jueves, 15 de diciembre de 2011

Maniqueismo en El País. ¿Otra religión universal?




Maniqueismo en El País: ¿otra religión universal?

Estoy encantado: con mi carrera de Periodismo, con mis compañeras y compañeros, y con mis profesoras y profesores (en esto del lenguaje sexista uno ya no sabe por qué orden optar, yo lo hago por lo clásico).
Aprendo muchísimo, o al menos eso creo, y me gusta esta profesión. No extenuaré a los pocos -opto en lo sucesivo por el genérico masculino- que puedan leer estas líneas, e iré al grano.

Uno, -como ya he escrito en diferentes ocasiones- que ha traficado con el Mundo Obrero y con las Cartas de Marcelino Camacho desde la cárcel en los apasionantes años setenta y tantos, cuando era un imberbe bachiller, un inconsciente que no sabía lo que se jugaba cuando recogía el fardo de papeles en el seco río Guadalmedina y un loco que distribuía en el instituto propaganda Comunista por lo bajini, hoy, treinta y tantos tacos después, aún recuerdo a otros que, sin pringarse en exceso, eran tan -o más- progresistas que yo; ellos llevaban El País bajo el brazo. Yo en el río, esperando al “contacto”, como un jilipollas muerto de frío en pleno invierno.
Nunca se llevaron bien comunistas y socialistas, y si no lo creen, repasen la Historia. La socialdemocracia española nació de miles de sobacos que aprisionaban ostensiblemente el ejemplar de su diario, El País, uno de lo símbolos de la transición política más complicada de la Historia de España.
Y en no negando el papel protagonista de este medio de comunicación, me alarman algunos síntomas que observo en el ambiente periodístico que me rodea, y que pienso son el resultado de una sublimación de este diario que, por muy de referencia que sea, no es el mejor, aunque sí puede que sea el menos malo. Y si esto es así, mi conclusión (la de un aprendiz con voz y sin voto) es que el nivel de la prensa escrita española es mediocre.

Sin ir más lejos, la portada del día 14 de diciembre de 2011 se ocupa con una magnífica fotografía del trajeado Camps declarando como procesado bajo un titular que podría firmarlo Sálvame DeLuxe, justamente el mismo día que se constituía el Congreso de los Diputados. No es que sea sospechoso; es insultantemente descarado. Ocho días antes, el 6, pude leer un artículo de opinión internacional sobre Brasil, en el que poco más o menos venía a decir que sus miserias iban a acabar pronto porque la fuerza de este país radica en…. sus carencias. Hibridando la oración católica con un poema de Serrat, podríamos decir: “Bienaventurados los desgraciaos, porque una vez en el fondo del pozo, sólo les queda trepar”.

En definitivas cuentas, esa imagen progre de chaleco de lana, pantalones de pana, gafas panorámicas y El País axilar, ya no puede mantener la supuesta jerarquía de un diario, insisto, de suma importancia en un momento decisivo, si éste no cambia su línea editorial, tan escorada, pero en sentido contrario, como la de la competencia. No existiendo la objetividad, que es verdad, que no existe, sí es deseable la ecuanimidad o, cuando menos, una fría neutralidad real. Yo creo que a un periódico como El País se le puede pedir. Se lo debe a la Historia, que tanto hizo por él. Y se lo debe a los que, superadas posiciones antagónicas, pensamos que lo que toca ahora es una visión panorámica de lo que es realmente importante y no una mirada miope y sectaria.
Ignoro si estos planteamientos, puramente ideológicos, puedan colisionar con los intereses de empresa. Igual no. A lo mejor resulta rentable ser más diferente del ADN que se lee la gente, gratis, mientras desayuna en la cafetería de la esquina.
Terminaré comentando otra noticia de portada de El País que viene a decir que somos igual de ricos, o de pobres, que en 2002. Yo me pregunto: ¿qué han hecho los grandes grupos mediáticos estos 9 años?