jueves, 13 de septiembre de 2012

Una de mujeres



Dos damas españolas

Héctor Muñoz. Málaga

Con la opinión pública mediáticamente abducida por la ruina económica, asustada, agobiada cada mañana y cabreada el resto de la jornada, brotan, casi de la nada -por imprevistos-, dos hechos noticiables que terminan dando la vuelta al orbe refrescando el ambiente con ese inconfundible olor a tierra recién regada: Cecilia y Olvido. Borja y Los Yébenes. Aragón y Castilla. España.

Ni que decir tiene que a ambos acontecimientos no les han faltado los que gustan de buscar los tres pies al gato; unos por imbéciles de oficio, otros por no tener otro tema de conversación y los de siempre para arrimar interesadamente cualquier fogata a sus medros políticos, desviando la atención de sus propias fechorías hacia cuestiones tan humanas, tan corrientes y tan normales, elevadas casi a categoría de asuntos de estado, en ese manido ejercicio, tan viejo como la Humanidad, de distraer al personal con pérfidas intenciones.

Doña Cecilia, una señora cabal, celosa de su pueblo, de su iglesia y de sus santos. Una mujer de carácter, resuelta y decidida. Conocedora de los rincones más ocultos del Santuario de la Misericordia, de sus cuadros, de sus imágenes, de sus telarañas, olores y humedades, convencida de su capacidad para arreglar ella sola lo que el tiempo y la dejadez de otros han estropeado en silencio. Un pequeño error de cálculo y cierta carencia de perspectiva artística -que se han producido sin género de dudas a la vista del resultado- no pueden empañar el desinterés con el que la señora acometió la empresa. Y mucho menos, eclipsar la dignidad y la valentía de la misma al reconocer su atrevimiento e impericia. Muchas Cecilias y Cecilios necesita este país de chamba, en el que solamente la cagan los que lo intentan. Los que no toman decisiones nunca se equivocan, y suelen ser los mismos que ahora critican el abandono del patrimonio cultural, como si fuera algo novedoso; cualquier viajero interesado ha podido constatar la indefensión de cientos de monumentos centenarios, incluso milenarios, repartidos por los campos ibéricos, abandonados a su suerte, en pié hasta que el tiempo se lleve por delante, no a sus piedras, sino a las manos que las cuidan.

Doña Olvido, cuatrocientos kilómetros al suroeste, en plena Mancha, es otra mujer española de armas tomar. Metida a política y electa como concejala del PSOE en el ayuntamiento de Los Yébenes, Toledo, ha tenido a bien grabarse un clip íntimo, presumiblemente destinado a una persona y no a una audiencia masiva a la que algún cabrón -o cabrona-, con pintas, ha conseguido llegar con ese revuelto de envidia, venganza y despecho que tizna nuestra historia y la preña de hideputas. Traicionada por su confianza, la atractiva edila no ha hecho nada distinto a los miles, por no decir millones, de babosos -y babosas, pero menos- que se machacan todos los días en Internet; mejor dicho: sí lo ha hecho diferente, por elegancia y sensualidad. El problema, al igual que doña Cecilia, ha sido un error de cálculo y falta de perspectiva, tecnológica en este caso. Y ya la hemos liado: entre abucheos, insultos, golpes de pecho, peticiones de dimisión y manifestaciones de apoyo (que no se sabe qué es peor), el mismísimo Torquemada parecería un querubín cándido e inocente. Al fin y al cabo, la Inquisición torturaba y después matarile. Un mal trago que terminaba con ese inconfundible olor a carne quemada. La hipócrita sociedad del siglo XXI tortura pero no mata. Tortura y tortura, sin acritud, con tranquilidad y buenas maneras, dentro de la legalidad vigente. Pero no mata.

Señoras Cecilia y Olvido: siempre a sus pies.

4 comentarios:

  1. Muchas veces me recuerdas a Arturo Pérez Reverte... Por cierto, a veces he comprado el dominical sólo por leerlo.

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  2. Es imposible negar que hay influencia de Reverte, lo leo y es inevitable. Ojalá escribiera yo un 1% de lo bien que él lo hace y ojalá hubiera leído la décima parte de lo que él lo hace. Para mi gusto, en algunos de sus artículos se le va un poco la bola, pero se puede permitir ciertos lujos. En cualquier caso, gracias por la comparación. Te enviaré un pdf con la recopilación de sus artículos desde el 2008 hasta el mes pasado.

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  3. Con todos mis respetos señor, la de Borja quiso pintar, arreglar o no se sabe y metió inocentemente la pata. Y la de Yébenes, de política poco y mal, se nos aburría en casa, entre pleno y pleno. Sobresalió por un vídeo erótico festivo, dejémoslo ahí. Gustó de jovencitos metrosexuales, más o menos casposos, en sitios de noche de Madrid, para sus "aquí te pillo, aquí te mato".Pisó platós con trajes ajustados y poca gracia para intentar desmintir lo evidente. Juntó dinero para levantar el negocio de su maltrecho marido y con éstas él calló y cayó en la cuenta que Olvido estaba encinta. De él? qué más daba, aquí paz y después gloria, la retiró de Telecinco y... hasta hoy.

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    1. Ciertamente, hace dos años era imposible prever, al menos para mí, que la exconcejala del PSOE terminaría alimentando el morbo de la basura televisiva. Todo por la pasta. Tampoco pude adivinar que Borja se convertiría en el destino turístico "artístico" de una legión de imbéciles que prefieren pagar para ver el famoso lienzo estropeado a visitar las incontables joyas históricas que siembran la piel ibérica.
      En cuanto a la vida de Olvido, con sus devaneos, sus gustos, sus negocios, su marido o su embarazo, poco puedo decir porque ni me interesa, ni tengo vocación de tertuliano rosa amarillento. Eso lo dejo para otra legión de alienados, los que siguen esos programas que son deliberadamente embrutecedores.
      Aunque no sé quién eres, por tu anonimato, te agradezco la lectura del blog y tu comentario.
      Un cordial saludo.

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