domingo, 24 de noviembre de 2013

Los bandoleros de hoy no llevan trabuco


Los bandoleros de hoy no llevan trabuco

Héctor Muñoz. MÁLAGA


Unos días atrás saltó una noticia de bandoleros y municipales en El Mundo, con cierto tufillo a publicidad, todo hay que decirlo, pero a cuyo pesar no deja de ser divertida, incluso aunque los hechos se hubieran producido unos meses antes. Carlos Herrera, en su programa matinal se hizo eco de la misma con la sorna que le caracteriza.

Madrid es la capital de España. De momento. Dicen que es una ciudad con poca historia, si por poca entendemos seis siglos. Cierto es que muchas ciudades españolas gozan de las evidencias arqueológicas y la documentación pertinentes que las hace más vetustas, desde Santiago a Cádiz, desde Trujillo a Cartagena. Se tienen noticias de que los Reyes Católicos paraban en Madrid, casi siempre de paso en sus cruzadas, y lo hacían en algún palacete acogiéndose a la aduladora hospitalidad de los nobles anfitriones, concretamente en la Plaza de la Paja, en pleno barrio de La Latina, entre la iglesia de San Andrés, totalmente reconstruida después de la Guerra Civil, y la Capilla del Obispo, capricho renacentista de los Vargas y Carvajal. Tras un Carlos I itinerante, desubicado y con ojo y medio puesto en Lutero y en su Sacro Imperio, su hijo Felipe II la hizo capital del Reino y protagonista, por protocolo y merecimiento propio, de aquel imperio en el que todos los días se ponía el sol. Sí, todos los días.
      
       Los siglos XVII y XVIII transcurrieron entre el esplendor del oro ―el de las Indias, el del talento y el del Arte― y la decadencia borbónica. El siglo XIX fue especialmente intenso para los madrileños; comenzó con el Dos de Mayo y el levantamiento popular, que, aunque aplastado por Murat, el mamporrero de Napoleón, se cobró no pocos hígados gabachos. Y los que aún se descompondrían durante seis años en esos campos abrasados por la guerra y por el sol, con el réquiem de las chicharras. El siglo del romanticismo y de los ideales irrenunciables frente a la revolución industrial. El siglo de Larra y el de los bandoleros, el del honor o la muerte, el de la bolsa o la vida.

¡Madrid!

Adyacente a la Plaza Mayor, bajo el Arco de Cuchilleros, muchos conocerán el restaurante ‘Las Cuevas de Luis Candelas’, un bandolero de Lavapiés al que le dieron matarile con garrote vil y sin delitos de sangre. El mesón es un rincón entrañable donde se come bien entre camareros vestidos de bandoleros, iconos de la tauromaquia (el fundador fue un famoso torero) y recuerdos de bandolería, como diversas armas de fuego de la época y buenas facas de esas que con un giro de muñeca administraban el último resuello de más de un desdichado.

Para mantener ese look decimonónico, romántico y bandolero, el establecimiento tiene contratado desde hace bastante tiempo a un señor que, apostado en la puerta, vestido a lo Candelas y portando un trabuco de 1837, inútil para la batalla, sirve de reclamo a los miles de turistas que pululan por la zona. Igual es exagerado, pero casi medio mundo ―contando con chinos y japoneses― tiene una foto con el propio.

Y andaba el empleado, orgulloso y entrabucado, en su labor cotidiana, cuando fue requerido por los agentes municipales, que le solicitaron licencia de armas.
―Mire usted, esto es un trabuco de casi doscientos años, ¡que está cegao!
―¡La licencia de armas o requisamos el artilugio!
―Me va a perdonar usted, señor agente, pero si se llevan el trabuco me tienen que llevar a mi, porque no voy a soltarlo.

Los servidores de la ley y el orden se miran, deben intuir un peligro inminente y una gran oportunidad de gesta heroica y medalla; se vuelven al coche patrulla y… ¡se colocan los chalecos antibalas! Salen envalentonados (como si los chalequitos fueran seguros de vida) y encaran al bandolero de juguete nuevamente: nones, que no les da el trabuco. Por un momento ese hombre debió pensar: “Si esto funcionara os metía ahora mismo en la cara más plomo que todo el que sacaron de las minas de Linares”.

Abucharados, los dos celosos guardias municipales decidieron llamar a la Guardia Civil que posteriormente inspeccionó el local, mirando de reojo por si aparecía el Candelas, y aquí no ha pasado nada. Que los bandoleros de ahora van con traje y corbata, llevan una tablet y son más de frecuentar la Carrera de San Jerónimo.

En Madrid se come muy bien. Las indigestiones solo se producen por el personaje herrado (de herradura) de turno. Y si todo esto es un montaje, ¡olé por Candelas y su mesón!, que la cosa está muy mala.







martes, 19 de noviembre de 2013

La realidad

Un comentario frustrado

Héctor Muñoz. MÁLAGA

Como usuario registrado en la web del diario malagueño La Opinión de Málaga he querido comentar la entrevista realizada por Sonia Sánchez a la gerente Carmen Cortés, publicada  el pasado día 17*. Al intentarlo, mensaje de error: “Lo sentimos, pero el comentario que ha escrito no se enviará, ya que la noticia ya no está activa”. Ya me parecía raro que nadie hubiera comentado nada. Pues bien, no me quedaré callado y los que lean este blog sabrán, en los siguientes párrafos, lo que quise decir.

Eso de que a Cortés le gusta mantenerse en un segundo plano se me antoja relativo; sin ir más lejos, recuerdo una entrevista que le hizo Ángel Escalera en el diario SUR hace poco más de un año. Tampoco sería normal que a la gerente de un hospital (ahora de dos) se le viera todos los días en los medios, simplemente por hacer, mejor o peor, su trabajo. La entrevista tiene 29 preguntas bien hechas y 29 respuestas bien pensadas. ¿Ha clarificado este trabajo periodístico algo sobre listas de espera, tiempos de demora, actividad quirúrgica, camas reservadas o cierre de plantas? ¿Esperaba la periodista que Cortés se declarara favorable al copago? Si se analiza la entrevista, no hay que ser un Gabilondo para comprender que es un discurso político vacío de contenido, el mismo de siempre: no le corresponde a una empresaria hablar de conquistas sociales, que para eso ya están la consejera o la presidenta de la Junta. A una gerente le corresponde hablar de lo que nunca va a hablar en público: de la realidad.
La realidad es que acabo de pedir cita para mi médico de familia vía web: como muy pronto me la dan para el viernes 22 a las 8.24 h., y escribo esto un martes por la noche. Imaginen que tengo 39 grados de temperatura; yo pensaba tomarme un paracetamol e ir mañana a mi médico. Pero al viernes no llego con esta incertidumbre y con este mal cuerpo. A urgencias, del tirón (según un jefe de servicio del Carlos Haya entrevistado por este diario en 2012, se atendían en urgencias “229.000 emergencias que no lo son”).
La realidad es que un anciano muy enfermo prefería irse a casa esta mañana antes de estar dos días encamado en urgencias del hospital esperando cama en planta, como le ocurrió el mes pasado, soportando el ruido de mil monitores y el tren de actividad que se desarrolla en un servicio que atiende emergencias sanitarias. La realidad es que muchos pacientes se quejan de que en su centro de salud raramente los ve el mismo médico, el suyo, dos veces seguidas. La realidad es que muchos usuarios se quejan de que no pueden esperar a la cita del especialista, a meses vista. A urgencias, del tirón.
La realidad es que hay más médicos sin plaza que con plaza, y aunque Cortés hable de trabajo “fijo en un porcentaje muy alto” éste no llega, ni de lejos, al 50%. La realidad es que la empresaria contrata al 75% de jornada y de salario, con suerte, de mes en mes, o de tres en tres meses. Y la realidad es que esos profesionales no se acuerdan de esos pequeños detalles cuando trabajan.
En eso lleva razón: no son las nóminas de los médicos las que repercuten en el paciente, como reza el titular de la entrevista: son los intereses de otros.


sábado, 16 de noviembre de 2013

Enredados: crónica de un encuentro deseado

CRÓNICA DE UN ENCUENTRO DESEADO

Enredados

Héctor Muñoz. MÁLAGA


Profesionales de la Medicina y del Periodismo celebraron el pasado jueves en el salón de actos del Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM), del Ayuntamiento de Málaga, una mesa redonda* sobre el protagonismo de las redes sociales en el ámbito sanitario.


Desde la segunda planta del MUPAM, a través de una esquina acristalada, Málaga se ofrece, nocturna y serena, para ser amada. A un lado, la plaza del antiguo Hospital Noble, la del General Torrijos, con su Fuente de las Tres Gracias; al otro la Casona Consistorial, los jardines de Puerta Oscura y La Coracha; entre ambos ángulos, el Paseo del Parque se pierde hacia La Marina bajo sus palmeras centenarias. En el interior del moderno edificio, las obras de arte y los documentos históricos expuestos dan paso a un coqueto y acogedor salón de actos en el que un cámara estudia el mejor encuadre para plasmar el evento al tiempo que van llegando los primeros asistentes. Unos minutos después de la hora prevista aparecen los ponentes, prestos a ocupar su lugar en la mesa que preside la estancia.

Arranca con la presentación del acto y del resto de ponentes el periodista, columnista del diario Sur, escritor y profesor de la UMA, Teodoro León Gross que, tras estos primeros acordes de cortesía, comienza a diseccionar el cuerpo del mensaje con el experto bisturí de su solvencia retórica: frente a la clásica ocupación del espacio público de debate ―citando a Jürgen Habermas― por los medios de comunicación convencionales, particularmente la prensa, las redes sociales están introduciendo un replanteamiento del campo y de las reglas de juego; frente a la vieja e ingenua idea de que los medios son el espejo que reflejan la realidad, el periodista habla de la construcción mediática de la misma, de la permanencia cotidiana de una agenda informativa de carácter oficialista que se aleja de aquella y la distorsiona, de forma que los resultados electorales y las tendencias políticas determinan el temario informativo. Sin negar que “ese control de la agenda por parte de los medios ha tenido efectos jerarquizadores muy positivos”, León Gross afirma que también tiene efectos perversos.
Destaca el profesor la escasa especialización de la prensa, particularmente la española, que, centrada en temas políticos y financieros predeterminados, ha arrinconado informativamente cuestiones médicas o educativas de interés general ―por poner dos ejemplos de especial relevancia. La progresiva “tabloidización” de la información ―en el sentido de popularización, sensacionalismo, abundancia de noticias ‘blandas’ e infoentretenimiento― ha derrotado, “en muchos aspectos, en otros no”, al buen periodismo. Al hilo de este discurso, señala la pobre presencia de la Medicina en el periodismo de calidad, limitada casi siempre a periodos de epidemias o a informaciones poco desarrolladas con ocasión de la concesión de los premios Nobel; por el contrario sí han gozado de mayor visibilidad las noticias sobre escándalos y supuestos errores sanitarios en la prensa sensacionalista.
Autocrítico, como siempre cabe esperar de cualquier profesional capacitado, León Gross explica a los cerca de sesenta asistentes cómo el entorno digital y las redes sociales han transformado significativamente este panorama mediático, no solo en clave tecnológica sino también, especialmente, en los contenidos, hasta el punto de plantear un desafío al periodismo y destapar las deficiencias de su oferta. Abierta la puerta a un espacio en tierra de nadie, las redes sociales han sabido ocuparlo para ofrecer nuevas y grandes posibilidades basadas en la inmediatez y la interactividad, usurpando parte del protagonismo clásico de los grandes medios en la confección de la agenda informativa.
En el caso de los blogs de temática médica ―asegura haber contabilizado unos cuatrocientos, con la certeza de que serán muchos más― considera que, a través de ellos y de las redes sociales, los profesionales de la Medicina pueden crear unos entornos dinámicos basados en la interacción y en el continuo intercambio de conocimientos, “un gran ágora” que favorezca la aparición de nuevas ideas y nuevos desafíos, técnicos y éticos, así como una mejor formación y un mayor beneficio para los pacientes, que también pueden participar ―ya lo hacen― en este proceso, acercándose a un profesional más humanista, como reclama en su libro Medicina Basada en el Humanismo ―citado por el periodista― el allí presente José Antonio Trujillo, médico de familia y exdirector del hospital Carlos Haya.
Ni apocalíptico ni integrado, o con ambos atributos a la vez, Teodoro León Gross advierte también de los riesgos de banalización, desinformación e intoxicación a partir de un uso sesgado de las redes sociales. Cerca ya del final de su intervención y antes de dar paso a la siguiente ponente, una molesta interrupción en forma de musiquita de llamada entrante en el móvil de algún asistente despistado, parece querer seguir reclamando la atención de la audiencia hacia las nuevas tecnologías, como si éstas, sintiéndose aludidas en su insaciable afán de protagonismo, asomaran la nariz para recordar a todos su invisible presencia; con una gota de ironía al definir el inoportuno politono como “buena música”, unas risas y un buen aplauso, acaba el columnista su disertación.


Toma la palabra Berta González de Vega Dávila, periodista de El Mundo, que comienza comentando su condición de hija, nieta y sobrina de médicos, y reivindica el interés que en temas médicos tiene el grupo Unidad Editorial que, además del diario El Mundo y su suplemento Salud, edita El Diario Médico.
Con menos tablas que su predecesor en la mesa, expone las grandes oportunidades que brindan las redes sociales y los grandes riesgos que entrañan, a su juicio, “si no tenéis escrúpulos”. Directamente: en las redes sociales abundan las informaciones médicas que dan falsas expectativas de curación, la publicidad engañosa y la venta de humo.
En la otra cara de la moneda, ofrecen la posibilidad de contactar profesionalmente con médicos de todo el mundo, mucho más allá del ámbito autonómico y nacional; defiende las redes sociales como herramientas de movilización y defensa de intereses laborales, citando como ejemplo la última huelga de los Médicos Internos Residentes (MIR), que “dieron una lección a sus hermanos mayores de cómo movilizarse y cómo conseguir sus objetivos”. En ese momento un tímido rumor, apenas perceptible, se infiltra en la sala: entre los asistentes hay algunos de esos ‘hermanos mayores’ que, a juicio de González de Vega, fueron aleccionados por los MIR.
Sin poder evitar aludir al siguiente ponente, periodista de un servicio oficial de comunicación, se muestra crítica con los gabinetes de prensa institucional, particularmente los del sistema sanitario público andaluz, a los que no siempre considera transparentes. Termina su intervención hablando en positivo sobre la telemedicina y denunciando la precariedad laboral que sufren los médicos, sobre todo los más jóvenes.

Jesús Espino González es el tercero y último de los periodistas intervinientes. Aunque algún asistente espera cierta polémica en respuesta a su compañera Berta, el actual Director de Comunicación del Ayuntamiento de Málaga irrumpe en la arena sin rastro de divisa en el morrillo.
Redes como parte de la realidad, virtuales pero reales, viene a decir Espino. En su opinión, los blogs sin las redes son ya “materia inerte”; hay que moverlos a través de ellas para alcanzar la audiencia deseada. Otorga especial relevancia a los perfiles y a la información personal que los usuarios comparten públicamente, que son, en su opinión, los principales responsables de su propia privacidad; receloso con el anonimato bajo el que se camuflan muchas personas que usan las redes sociales, recomienda prudencia y reflexión antes de abrir un perfil: saber qué es lo que se quiere al hacerlo. Advierte a las personas que no son médicos, que no jueguen a serlo por el hecho de leer en la red y de ciertos riesgos de una ‘consulta digital’.
Sin negar los defectos del periodismo de papel, le otorga un rol de ‘filtro’ por la obligada verificación de las noticias; pero ahora “nos encontramos [los periodistas] con una marea de contenido no verificado”, con tal volumen de información que es imposible de contrastar. “En España no hay 465.000 políticos”, afirma en alusión a un falso post que circuló tiempo atrás por internet, como paradigma de la desinformación en la red. Un asistente musita: “Hay más…”.
A veces le cuesta desligar el discurso de su cargo: recurre a ejemplos relacionados con su trabajo y distingue los errores de gestión de los de comunicación o cuenta cómo el ayuntamiento de Málaga abrió un perfil hace algún tiempo.
En la recta final de su intervención habla de contenidos periodísticos en internet y aprovecha para tirar de recámara: dispara los diez titulares de las diez noticias más leídas en la web de El Mundo.es unas horas antes: todas del rosa al amarillo. Y las miradas en la sala, de Espino a González de Vega.
Tras comentar positivamente la fuerza de los grupos de presión en las redes termina dejando en el aire algún ‘pero’ disfrazado de cita ajena. No ha sido un mal final.

El anfitrión del evento, y el último ponente, es cirujano del hospital Virgen del Rocío de Sevilla y del grupo Quirón, así como Director del Instituto Quirúrgico Andaluz; César Ramírez Plaza no tenía teléfono móvil ni cuenta de correo electrónico cuando empezó en 1995 su formación como MIR de cirugía general y digestiva en el Carlos Haya de Málaga. Con esta revelación explica la revolución que en el conocimiento médico han supuesto las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC) en los últimos quince o veinte años. Un discurso lleno de vivencias personales y alusiones a una parte de la Medicina que se llama cirugía.
En su opinión, las NTIC han sido el motor que ha permitido transformar la figura del médico en un profesional mucho más moderno en el plano técnico. Como el resto de ponentes, no duda de las grandes ventajas de las redes sociales, la blogosfera y la telemedicina, pero reconoce ciertas reticencias personales ante la idea de hacer medicina alejado del paciente; reivindica, casi vehementemente, la relación médico-paciente cercana, cómplice y confiada. Se plantea dudas respecto al uso particular de las NTIC frente al ojo del Gran Hermano Institucional por que pueda no gustarle lo que se escribe de él; reclama responsabilidad de todos en el uso de las redes, comenzando por los políticos, idea ésta que ilustra con el ejemplo de un tweet publicado por una consejera de la Junta, a su juicio impertinente en forma y contenido.
En el tramo final, invita a la audiencia a participar en las redes con ánimo constructivo, generar conocimiento en sana colaboración, transmitir experiencia para ampliar la formación profesional y, como meta obligada, mejorar día a día, sin descanso, la atención de los que padecen problemas de salud. Cierre y sutura.

Se abre el turno de debate. La audiencia ha estado atenta y esto es un síntoma de que algo tendrá que decir; por fortuna para aquellos que sufren con esos silencios colectivos que siguen a las exposiciones y afean a los ponentes ―a los que se les queda una cara de no saber, precisamente, cuál poner―, el vacío acústico no llega a durar diez segundos, gracias al varias veces mencionado en las intervenciones, José Antonio Trujillo, que aprovecha para felicitar a la mesa y agradecer su presencia.
Poco a poco se van viendo manos tímidamente alzadas; una más que aceptable participación y una excelente disposición de los periodistas en sus comentarios. A vueltas con los perfiles y con el debate ―tan antiguo como los chats y el correo electrónico― sobre el anonimato malintencionado y la siniestra navegación del trol de turno, el tema será recurrente en diferentes intervenciones de los asistentes.
González de Vega defiende apasionadamente las redes sociales como vehículo de contestación al poder ―sanitario en este caso― frente a su interesada opacidad. Para ella, para León Gross y para Espino las supuestas represalias serían inaceptables e indecentes en un sistema democrático, si bien el responsable de la comunicación del Ayuntamiento de Málaga apostilla, casi sin solución de continuidad: “Me parece que no es normal criticar [públicamente] a aquella empresa para la que trabajas”.
La telemedicina, que para muchos es una novia que tarda demasiado en llegar al altar, ocupa también su lugar entre las notas de escepticismo de César Ramírez, como cirujano, y la triunfal sinfonía del director médico del Hospital Serranía de Ronda que informa a la audiencia de la reciente y exitosa implantación del sistema en su área de influencia.
Por momentos, el curso de las intervenciones se desvía con anécdotas, experiencias personales y disquisiciones tecnológicas, a modo de tormenta de ideas o terapia grupal. Un asistente ―acaso informático― que se autodefine “bicho raro” por no ser ni médico ni periodista, sentencia que el mundo digital y las redes sociales han propiciado “el único cambio que ha habido en la historia de la humanidad que ha mutado el sistema de producción y el sistema de comunicación al mismo tiempo”. Interesante reflexión.
Más cosas: protección de datos y riesgos para la privacidad de los pacientes, asuntos a tener en cuenta frente a las ventajas tecnológicas; ‘canibalismo’ entre profesionales a través de las redes sociales, en forma de críticas furibundas y desautorizaciones infundadas como perversión deontológica en una suerte de charlatanismo digital: León Gross lo resuelve recordando que las NTIC solo generan nuevas plataformas de comunicación, pero “la ética médica y la actividad médica siguen siendo las mismas”. Tan simple como eso.
Antes de las despedidas aún quedan unos minutos para reclamar combatividad frente a los desmanes institucionales usando con rigor y respeto las plataformas digitales, particularmente los blogs, y poder traspasar el velo que no permite al ciudadano ver la gestión sanitaria. Para uno de los asistentes, el último en hablar, esa actitud es una obligación moral de los médicos, particularmente de aquellos con mayor estabilidad laboral, ya que la extrema precariedad de otros muchos supone, de facto, una mordaza que les previene de ser incluidos en las cifras de paro.

Un encuentro fértil, ameno y enriquecedor. Un encuentro necesario y deseado. Afuera la ciudad espera frotándose los ojos de sueño.




*MESA REDONDA: “MEDICINA Y SOCIEDAD. EL PROTAGONISMO DE LAS REDES SOCIALES”
  Organizada por el Instituto Quirúrgico de Andalucía y el grupo Quirón
   Málaga, 14 de noviembre de 2013


sábado, 2 de noviembre de 2013

MALDITA MERITOCRACIA


Que nadie se rasgue las vestiduras

Héctor Muñoz. MÁLAGA

El día 24 de octubre de 2013 el diario ABC publicaba una noticia sobre el supuesto amaño del examen para optar a una plaza de Facultativo Especialista de Área (FEA) de Farmacia Hospitalaria en el Carlos Haya de Málaga.


Los antecedentes

La resolución de la Dirección Gerencia del hospital, de 7 de junio de 2013, anunciaba la convocatoria pública de dicha plaza, que sería cubierta a tiempo parcial (jornada laboral al 75%) y de forma temporal, con renovaciones mensuales y una duración prevista de un año, siempre dependiendo de la «disponibilidad presupuestaria del centro». En dicho documento se especificaban los requisitos de los aspirantes y el perfil profesional que debían cumplir para adecuarse a las características del puesto[1].

En el listado provisional de aspirantes, publicado el 11 de julio, de catorce candidatos, dos fueron excluidos por no cumplir los plazos o los requisitos burocráticos; junto a esta relación se anunciaba la composición de la Comisión de Evaluación, en la que, entre sus tres vocales, aparecía la directora de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) de Farmacia del hospital Carlos Haya, Isabel Muñoz Castillo[2]. De los doce admitidos ―nueve mujeres y tres hombres―, la mitad no se presentó, por lo que la pugna se dirimió finalmente entre seis profesionales ―cuatro mujeres y dos hombres.

La resolución definitiva del proceso, publicada en la web del centro el pasado 27 de septiembre, designó ―a propuesta de la comisión― a la aspirante con mayor puntuación en la prueba, María Espinosa Bosch[3].

Por otra parte, el sindicato CSIF afirma en su web que «siempre ha sospechado de la transparencia y la objetividad de las convocatorias por perfil», a las que considera ilegales por no atenerse al pacto de bolsa del SAS; CSIF mantiene que constituyen una manera encubierta de contratación a dedo en el SAS y que  se ajustan a la persona que se quiere colocar.  De hecho, desde 2008 ha impugnado todos estos procesos selectivos[4], incluyendo el que ha originado esta polémica.


El contexto

Nada de lo anterior gozaría de carácter noticioso si no fuera por una serie de elementos: la designada para el puesto es la hija de un directivo del SAS, Juan Manuel Espinosa Almendro, que ha sido director del Plan Andaluz de Alzheimer y ―según noticia publicada en la web del SAS[5] en abril de 2013― «jefe de servicio de Estrategias de Salud y coordinador de las Estrategias de Envejecimiento Activo de la Consejería de Salud y Bienestar Social»; este hecho, por sí mismo, tampoco es decisivo, ya que los hijos de cargos y directivos tienen los mismos derechos ―y obligaciones que el resto de ciudadanos, y pueden ser tan brillantes, académica y profesionalmente, como cualquier otro mortal.

Sin embargo, la filtración de unos correos electrónicos entre la directora de la UGC y la aspirante, supuestamente intercambiados entre ambas con anterioridad a la prueba,  origina la denuncia mediática de ABC[6], de la que también se hacen eco diferentes publicaciones informativas digitales[7]. De dicha correspondencia se desprende una inusual familiaridad entre la vocal de un tribunal y una de las candidatas al puesto ―«Si quieres llámame y hablamos», «Un abrazo», «Muchísimas gracias por todo»―, una propuesta de la examinanda en relación a las preguntas del examen y una aprobación de la jefa con un «Ok, está bien». Y aunque esto ―que goza de innegables visos de veracidad― ya no huele a lavanda, podría ser redimible si los demás aspirantes hubiesen disfrutado de la misma fluidez en la comunicación con su futura jefa, posibilidad desconocida, no imposible pero sí improbable.

Para cerrar el marco contextual de los acontecimientos habrá que tener muy en cuenta el actual clima social, hipersensibilizado contra las prácticas corruptas, y la precariedad laboral de muchos profesionales cualificados; puede que no todos ellos estén dispuestos a evitar atajos de dudosa legalidad, abandonando su mochila de valores éticos en la primera cuneta que se les presente; puede también que los no apadrinados callen para evitar el estigma y, con ello, futuros males mayores.



Las reacciones

La primera de ellas ha sido la del centro hospitalario, que aseguró a ABC que el proceso selectivo se llevó, cómo no, con «total normalidad y transparencia», «ajustándose a la legalidad»; según la fuente del hospital, al día de la fecha no se había recibido ninguna impugnación de la prueba, aunque CSIF afirma que estaba impugnada desde el mes de junio, tras la publicación de la resolución. La directora de la UGC niega orientación alguna de cara al examen a cualquiera de los aspirantes.

El 25 de octubre, tras conocer la noticia, CSIF interpuso una denuncia ante la Fiscalía de Málaga por posible manipulación de la prueba, prevaricación y tráfico de influencias[8].

En el hospital, inmerso en una pesada atmósfera, mezcla de crispación, resignación y silencio, las reacciones del personal son de lo más variopintas: desde los indignados que llaman a guillotina hasta los más comprensivos y bien pensados, desde los que ni se enteran ni quieren enterarse hasta los que claman por conocer la autoría de la filtración de los correos electrónicos y dar merecido escarmiento por traición y violación de la intimidad personal; para estos, como suele ser costumbre, la cuestión es fulminar al mensajero ―o mensajera.

Comentaba un jefe de servicio, en privado, la torpeza de la responsable de la UGC de Farmacia por usar su correo institucional para comunicaciones personales; el cargo citado niega prácticas de este tipo cuando le ha correspondido decidir en las pruebas por perfiles en las que ha participado como miembro del tribunal. Defiende el procedimiento pero admite cierto sesgo de preferencias en todas las convocatorias, con el único fin de elegir a los mejores para el sistema sanitario público en todas y cada una de las especialidades: «Si eso es corrupción, yo soy un corrupto», llegó a decir. Se puede inferir de sus palabras que lo considera ajustado a ley y que si así no fuere, el sistema estaría podrido, aunque a su juicio no lo esté.

Un miembro de la UGC de Farmacia confesaba días atrás la consternación que la noticia ha provocado en la unidad y la honda preocupación de su jefa, Isabel Muñoz, cuya defensa ya está preparada por los servicios jurídicos. Esta misma fuente afirmaba que las preguntas propuestas eran conocidas por todos los aspirantes y que la filtración de los correos electrónicos ha sido una sucia maniobra, en forma de venganza, de una persona que trabajó tiempo atrás en el servicio y que tuvo algún problema de relación laboral; asegura que en la unidad no tienen dudas de la autoría, al reconocer la caligrafía de la nota escrita a mano publicada por ABC: el 'espionaje' se habría producido en Sevilla, concretamente en el hospital Virgen del Rocío, en el que habrían coincidido la persona delatora con la elegida para la plaza, María Espinosa.


Cargos intermedios: un precedente cercano

En niveles más altos también se cuecen habas. El pasado 27 de junio se publicaba en BOJA la resolución de la Dirección Gerencia del SAS, por la que se convocaba la cobertura del puesto de director de la UGC intercentros de Cirugía General y Digestiva de los hospitales Regional de Málaga Carlos Haya y Universitario Virgen de la Victoria[9], un paso más en la hoja de ruta trazada para la unificación de los dos grandes hospitales de Málaga.

En ese momento, el único aspirante conocido era el director de la UGC de Cirugía General y Digestiva del hospital Carlos Haya, Julio Santoyo; del Hospital Clínico no se conocía candidato, ni se le esperaba, ni llegó a haberlo. A tenor de alguna reunión previa para tratar el tema de la unificación, como la celebrada cuatro meses antes de la resolución ―convocada por el subdirector gerente Terol y con Santoyo como coordinador― la sensación de que la mesa ya estaba puesta para un único comensal adquiría tintes de certeza.

        Es preciso, antes de continuar, acotar dos circunstancias que hacen de este servicio un nudo estratégico de la política sanitaria andaluza: las listas de espera y los trasplantes de órganos (hígado, fundamentalmente, y páncreas). El aumento de aquellas resta votos, la propaganda de los segundos los proporciona; en cuanto a los trasplantes, tan innegable es el servicio que prestan a la sociedad como el prestigio y el poder político que otorgan, sin desmerecer los incentivos económicos que generan, legítimos y mayores a medida que se asciende por la escala jerárquica.

        Pero no todo puede estar bajo control. La aparición de un segundo aspirante, César Ramírez, cirujano del hospital Carlos Haya hasta conseguir plaza en el Virgen del Rocío ―centro al que se incorporó hace unos años tras denegársele una comisión de servicio―, pareció pillar a contrapié a la administración, a juzgar por la demora en proporcionarle documentación imprescindible para la elaboración de su proyecto de gestión. Tanto fue así que dos días hábiles antes de finalizar el plazo legal para presentar la solicitud, Ramírez tuvo que personarse en las oficinas acompañado de notario para levantar acta de requerimiento y notificación. En Sevilla se los habían dado en 24 horas.

Después de ser admitido, reclamó y denunció por cauces administrativos diferentes irregularidades que, a su juicio, se habían producido en la composición de la comisión de evaluación. El 27 de septiembre defendió su proyecto en acto público por ley, con una intervención que, según testimonios de asistentes al mismo, estuvo plagada de interrupciones por parte de altos cargos y no pudo ser grabada por expresa prohibición del equipo de dirección. La resolución definitiva del 30 del mismo mes[10], designaba a Julio Santoyo Santoyo como director de la UGC; actualmente hay interpuesto un recurso de alzada contra dicha resolución, por lo que, de momento, no parece oportuno abundar en otros muchos datos que se tienen al respecto.


El análisis

Hace veinte años y algunos más, cuando no existía tanta escasez de trabajo ni había bolsa específica para los médicos del hospital, las contrataciones se hacían atendiendo al criterio del jefe clínico, que conocía al personal que terminaba su periodo MIR y que no solía errar en la elección de los más capacitados; prácticamente siempre se quedaban los mejores, afirmación avalada por el transcurrir del tiempo y los resultados obtenidos. Como por otro lado, los que no se quedaban no tenían grandes problemas para encontrar trabajo fuera, todos tan contentos. Cada mochuelo a su olivo.

        A finales de los noventa la cosa comenzó a torcerse; la demanda asistencial creciente no se acompañó proporcionalmente de las contrataciones necesarias y el sistema empezó a chirriar. La sanidad andaluza lleva quince años de recortes en personal ―no conviene olvidar este dato― aunque los actuales sean los más salvajes de todos.

        Es obligatorio hacer un inciso para explicar la tendencia endogámica que impera en el hospital. Los jefes prefieren a aquellos médicos que han completado su formación MIR en su propio servicio, en muchos casos por competencia profesional y en otros ―cada vez más frecuentes― por otros motivos diferentes; téngase en cuenta que durante los cuatro o cinco años que dura la residencia, se establecen una serie de lazos ―amistad, intereses comunes e incluso conyugales― que conforman una red invisible que termina atrapando las expectativas laborales y condicionando sobremanera los futuros contratos, hasta el punto de que ya no resulta extraño ver marchar a grandes profesionales en favor de grandes mediocridades. Algunos casos fueron tan escandalosamente descarados que motivaron la denuncia de los perjudicados y, ocasionalmente, de algún sindicato.

En el 2000 ya se hablaba de 'perfiles' como una forma de evitar que a través de la bolsa se colaran profesionales sin formación para un puesto concreto ―lo que podía ser hasta peligroso para la salud pública― y al mismo tiempo para evitar la discrecionalidad de los mandos intermedios. En principio se valoraba en su justa medida el periodo MIR, el tiempo trabajado, la experiencia acumulada y los requisitos académicos y científicos. Progresivamente se han ido introduciendo modificaciones procedimentales que han ampliado el margen de subjetividad del examinador, lo suficiente para compensar y vencer las posibles carencias curriculares de los aspirantes más deseados. 

Con el desembarco definitivo de los tecnócratas y sus escuelas de salud, sus agencias evaluadoras, sus empresas públicas y sus unidades de gestión, se inició el camino hacia la 'excelencia', mediante diferentes sistemas de acreditaciones más centrados en rellenar casillas de requisitos por objetivos políticos que en defender una buena práctica médica: nace así la meritocracia más radical, distorsionadora de la realidad, excluyente y generadora de castas con vocación de mandar y medrar.

La eterna congelación salarial de los médicos (actualmente uno de urgencias gana de sueldo 1109 euros brutos) es el resultado de la decisión de todos los gobiernos andaluces de no pagarles acorde a su responsabilidad; para callarles la boca, inventaron un sistema de incentivos que, a modo de sombras chinescas, se desvanecerán con la jubilación, cuando la luz se apague.

Y por si no bastara, la actual crisis económica ha terminado con lo poco que quedaba, de trabajo y de vergüenza. No es de extrañar, pues, que los perfiles puedan convertirse en una de las herramientas para abonar justificadamente las arbitrariedades administrativas disfrazadas de legitimidad. Y sálvese quien pueda. Como tampoco es impensable que el hijo de un cargo directivo encuentre trabajo, a la primera, en cualquiera de las empresas públicas creadas, incluso que termine dirigiendo alguna de ellas, porque pueden ser un auténtico coladero por el que penetren el enchufismo y el nepotismo más rancios y encuentren cómodo asiento.

        Respecto de la designación de cargos intermedios, pocos podrán demostrar que los procesos selectivos están amañados de antemano. Sin embargo, los más antiguos pueden afirmar haber acertado el resultado, con meses de antelación, en casi el cien por cien de las convocatorias; sorpresas, en los últimos 25 años, las justas. Tanto es así que hay constancia de que más de un profesional, válido y comprometido, ha declinado presentarse a alguna de ellas al saber, sin lugar para la duda, que el pescado ya estaba vendido.

        En no pocas ocasiones tales cargos han supuesto una lanzadera hacia escalafones más altos: de médico, general o especialista, a director de un hospital o de un plan de salud de la Consejería, pasando por una dirección de centro de salud, una jefatura de sección o una de servicio; de enfermero base a alto cargo del SAS a través de una supervisión o una jefatura de bloque. Así funciona el sistema. Y que nadie dude de los méritos acumulados porque cualquiera de ellos podrá esgrimir un alto nivel de carrera profesional y acreditación, con un arsenal de másteres, cursos, jornadas, congresos y publicaciones institucionales. Que para ello han tenido el tiempo suficiente y el apoyo necesario, cuando no la subvención pertinente o la financiación con fondos creados al efecto.


Consideraciones finales

Que nadie se sorprenda ni escandalice con las supuestas irregularidades denunciadas por el diario ABC. Lo que se ve, se oye y se lee es lo que flota sobre la superficie de un océano que esconde celosamente lo que los ciudadanos y los profesionales que los atienden deben y quieren conocer. La capacidad de indignación esta cada vez más mermada porque el sistema posee un potente efecto anestésico sobre la misma, gracias a la propaganda y al mercado de favores. ¿De qué hay que sorprenderse sobre una estructura de poder que basa su legitimidad en la 'libre designación' para los altos cargos, como por ejemplo los de la gerente Cortés y el subgerente Terol[11]? ¿A qué espantarse en un sistema que permite que los dos últimos presidentes de la Junta de Andalucía no hayan salido de una mayoría electoral, o que el vicepresidente actual lo sea con poco más de 400 000 votos de los casi cuatro millones posibles?

        Que nadie se rasgue ahora las vestiduras, por favor.