martes, 20 de septiembre de 2016

Griñán y la carta de su hijo



Griñán y la carta de su hijo

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

José Antonio Griñán es culpable. No por los ERE ni por los delitos de prevaricación y malversación de los que está acusado; de éstos es inocente mientras que un tribunal no lo condene en firme. Ni para él ni para nadie debe olvidarse la presunción de inocencia, uno de los pilares del Estado de Derecho.

José Antonio Griñán a la salida de los juzgados                       elconfidencial.com


La carta que su hijo Manuel ha publicado a través de las redes sociales no conmueve, por mucho que quiera presentar a su padre —lógico, por otro lado— como víctima de «las puñaladas de la ¿justicia?, de los medios y de la asquerosa política». El expresidente de la Junta es, precisamente, uno de los muchos culpables de esa asquerosa política, por sectaria y partidista, que han llevado a cabo todos los gobiernos del PSOE durante los últimos 25 años en Andalucía, incluido el de Susana Díaz, el que más.
Han creado una estructura reticular de instituciones, como empresas públicas, agencias, consejos, consorcios, observatorios, institutos y fundaciones, todas al servicio —como primum movens— de la autocomplacencia y de la propaganda política de un PSOE que no ha dejado de navegar en una campaña electoral permanente durante todos estos años. Mucho más atentos a las papeletas y a las urnas que a las necesidades reales de los ciudadanos, han conducido a Andalucía a la desastrosa situación en la que se halla. Griñán, y todos los demás, son los culpables.
Es imposible controlar una red de tamaña envergadura sin colocar los peones adecuados en los diferentes niveles de decisión. Si han tenido que despreciar y relegar a grandes profesionales, técnicos, expertos o intelectuales de prestigio que ofrecieran una mínima duda sobre su adhesión y obediencia a las directrices marcadas, lo han hecho sin contemplaciones. Y un ejército de lacayos con carné dirige hasta el último de los colegios, hospitales, empresas y demás instituciones públicas de esta tierra abrasada por el corporativismo patológicamente endogámico de Griñán y compañía.
Y claro, en algún punto del entramado se cuelan sujetos que terminan metiendo la mano donde no deben; clientes políticos de un mercado de favores que es mejor no mirar, o hacerlo para otro lado, no vaya a ser que alguien se vea en la molesta tesitura de tener que denunciar a un viejo compañero y dimitir del cargo.
Dice en su carta el hijo de Griñán, Manuel, que «muy pocos podrán decir que han dado mayores pruebas de integridad» que su padre; en su dolor olvida que en Andalucía hay muchas personas intachables que no suelen verse por los juzgados. Explica con detalle los coches familiares, todos ellos de gama baja, y se queja amargamente de que la hipoteca de la vivienda venza cercana a la fecha de la jubilación de sus progenitores. Pues que se alegre, que en esta Andalucía hay miseria y sintechos para dar y exportar.
Cuenta también la enorme sorpresa que experimentó el día que supo lo que ganaba su padre, en su opinión una «escasa retribución para tamaña responsabilidad». Según la web de la Junta, el sueldo de un diputado es de 3.050 euros. Más 1.552 por ser presidente. Por poner un ejemplo, y según la misma fuente, el sueldo base de un médico de urgencias en Andalucía es de 1.120 euros. No parece que salvar una vida o tratar con enfermos graves desmerezca en responsabilidad a la que tuvo José Antonio Griñán en su día, por muy presidente que fuera. La diferencia retributiva puede llegar a ser hasta ofensiva.

La rabia y la pena de Manuel Griñán son comprensibles. Que defienda a su padre también. Pero es más aconsejable que confíe en la justicia a que espere conmover, con su carta, a los que sufren las inclemencias de una nefasta gestión política como la que llevó a cabo, entre otros muchos, su propio padre.


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