domingo, 10 de diciembre de 2017

Opinión: El babero de los hobbits (y III)




El babero de los hobbits (y III)

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Tambores de guerra en Sevilla. Susana Díaz arremete contra el sector privado de la sanidad andaluza. Lo acusa de dirigir, desde la sombra, las movilizaciones ciudadanas que se vienen repitiendo desde hace un par de años, motivadas por la incontenida indignación de profesionales y usuarios, ante la peor gestión sanitaria que han sufrido los andaluces en 35 años de gobiernos del Psoe. Que ya es decir.


Jornadas de directivos del SSPA.                                                                           FUENTE: Junta de Andalucía


Según el malagueño Diario Sur, la presidenta convocó el pasado día 13 de noviembre en Sevilla una “cumbre con directivos del Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA)”. El objetivo capital, primum movens, era el de escuchar sugerencias sobre cómo anular la mala prensa del SSPA en un año «negro» de mareas, movilizaciones y una fuerte contestación en las redes sociales. Dicho de otra manera: un evento descaradamente contrapropagandístico.
La trianera no ha podido digerir la sangría de los dos últimos años en la Consejería de Salud: han tenido que derogar dos grandes proyectos de gestión (fusiones hospitalarias y unidades de gestión intercentros); en esa refriega han caído cuatro gerentes de hospitales, dos gerentes del SAS, un viceconsejero y un consejero.
Y resulta que la culpa es de los empresarios de los hospitales privados, que conspiran maquiavélicamente para demoler la sanidad pública en su propio beneficio. Otra regla clásica de la propaganda, atribuida a Joseph Goebbels: el principio de la simplificación y el enemigo único.
Ante cerca de un centenar de directivos, aparece Díaz, flanqueada por sus lugartenientas a diestra y siniestra, a modo de troika: la consejera Marina Álvarez y la gerenta del SAS, Francisca Antón. Es la primera vez que un presidente o presidenta de la Junta participa en este tipo de encuentros.




El léxico empleado no deja lugar para dudar de que están declarando la guerra: la jefa pretende, con su regia presencia, «un rearme moral» del personal sanitario y un «cierre de filas» para hacer frente a esta «campaña brutal de ataques fuertes, nada inocentes».

La gerenta del SAS, henchida de ardor, manifiesta: «Esta es tu gente, presidenta, un grupo comprometido, leal con la Junta de Andalucía. Estamos sufriendo unos ataques muy duros a nivel social y político, pero no van a poder con nosotros, vamos a ganar»¡Oeeeeeé, Oé, Oé, Oeeeeeé!

Francisca Antón, gerente del Servicio Andaluz de Salud                                     FUENTE: Redacción Médica

Una jornada entrañable, victoriosa, como se puede intuir por el relato. La jerarquía sanitaria de Andalucía hace piña y se conjura para continuar yermando la tierra a lomos de un jamelgo llamado ineficacia. La foto fin de fiesta, en la puerta del edificio de gobierno del Virgen del Rocío, muestra al heroico batallón de gerentes y gerentas, en marcial formación, arropando a sus lideresas y babeando disimuladamente, como el que oye llover y silba bajito.

Si estos salivan con la visión de sus mandos, siendo un cuerpo de élite, como los húsares napoleónicos, los jenízaros otomanos, la guardia pretoriana o los guerreros samuráis crème de la crème—, ya pueden imaginarse aquellos cargos intermedios, medianos u hobbits, de los que ya hemos hablado en anteriores capítulos: se hacen agüita, las criaturitas de Dios, y necesitan baberos ultra-absorbentes de buena marca, nada de chinos.

Foto de grupo. Jornadas de directivos del SSPA.                                                FUENTE: Junta de Andalucía

Susana Díaz también tiene tiempo para prometer muchas cosas (eso va de suá) y para hablar de los hospitales concertados. La Junta destina, según Diario Sur, el 3% del presupuesto sanitario (10.000 millones de euros para el SAS en 2018) a conciertos con centros privados; es decir, que estamos hablando de 300 millones de euros para conciertos en toda Andalucía durante un año; 822.000 euros diarios para ocho provincias; algo más de 100.000 euros diarios para cada provincia. Si la calculadora no falla.
Un reciente informe de CC. OO., del que se hace eco el reportaje Camas de hospital, de Ángel Escalera y publicado el pasado día 5 en el Diario Sur, analiza la dotación de camas públicas por cada 10.000 habitantes en la provincia de Málaga: se sitúa a la cola de Andalucía y de España. Farolillo rojo. Sin embargo, es la que más camas privadas tiene dentro de la Comunidad andaluza.
Estos datos desconcertantes requieren un análisis más pausado, que escapa a las pretensiones de este artículo; solo tres apuntes personales: no creo que el usuario habitual del sistema público en Málaga tenga capacidad económica para acceder a esas camas privadas; no creo que la Consejería desconozca esos datos; no creo que sea casual el discurso anti-sector privado de Susana Díaz en el encuentro del pasado 13 de noviembre. En cualquier caso, cabemos a 100.000 euros diarios para pagar camas concertadas. ¿O no?
Hablábamos de medianos y de baberos…
Casualidad o no, al día siguiente de la cumbre hispalense se tercia solicitar cama en un hospital concertado para una enferma grave, ingresada hasta el momento en el área de observación del hospital Carlos Haya. Nueve decenas y media de vida vivida, se suman a la severidad de su enfermedad actual y a una mala calidad existencial —según los estándares que dicta la ciencia— anterior a este desgraciado evento. Estos son los casos que susurran al oído del médico: “es el momento de la verdad, de la sensatez y de la honradez profesional”.
Convencido de que la Medicina ya solo puede proporcionar alivio —que no es asunto baladí— y que el 'milagro' corre por cuenta ajena, el galeno establece un límite a su loable impulso de pretender curarlo todo; traspasarlo, únicamente significa provocar al doliente un sufrimiento innecesario, contranatura; y a su hija, ofrecerle unas expectativas que, de falsas, no las merece.
Sin escatimar ni regatear el tratamiento convencional del problema concreto (sueros y antibióticos en este caso), ni las medidas necesarias para prevenir males mayores, y con la suficiente generosidad para eliminar de cuajo cualquier rastro de dolor como si fuera propio, el médico habla a los ojos de la hija. A los ojos. Ella comprende la situación y entiende que el hospital, el gran hospital, ya no tiene nada más que ofrecer a su anciana madre. Acepta el ingreso en un hospital concertado con el SAS, en el que continuarán el tratamiento instaurado; finalmente, será la naturaleza la que, con su proverbial sabiduría, pasará, o no, las páginas de su almanaque.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Todo ese proceso, aparentemente mecánico y robotizado, supone un esfuerzo intelectual y un examen moral. Y además, con toda la franqueza del mundo, un alivio para el sistema y para el hospital. Un hospital de guerra que sobrevive artificialmente con la propaganda institucional de los trasplantes y de algún otro hito mediático. Un hospital que desprecia obligatoriamente el dolor de los crónicos y de los ancianos porque adolece de falta de espacios y escasez de recursos básicos, sobre todo humanos. La afirmación no requiere un acto de fe. Su máxima expresión se manifiesta diariamente en el área de urgencias (principalmente policlínica), en la que siguen hacinándose las personas, 17 años después de aquella reestructuración planificada, prometida y merecida. En ese camino se han perdido dos cosas: los planos que nos mostraron en el año 2000 y la dignidad de demasiadas personas. La vergüenza de los responsables no se extravió, por motivos obvios.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Cuando llega una enfermera, con cara de circunstancias, y le comunica al médico que tiene una llamada de subdirección en el teléfono que está ubicado en el mismo centro del área de observación, es muy aconsejable no preguntarle: «¿Para qué me llaman?». Resulta muy recomendable, además, mostrar una naturalidad rayana en el más obsceno de los cinismos. La llamada en cuestión es de la subdirectora, como era previsible. Se llama Gertrudis y su tarea más delicada es la de analizar las peticiones de ingresos en hospitales concertados. Para ello se le envía un impreso con el consentimiento del paciente o familiar, y un informe clínico. Su inclinación natural tiende a la denegación. La muletilla estándar es: «No tiene criterios».
¿Quién es M. A. Gertrudis? Es licenciada en Medicina por la Complutense de Madrid y especialista en Medicina Familiar por la Universidad de Málaga (UMA). ¿Por la UMA? Sí, al menos es lo que consta en su currículo, publicado en una web de la Junta y en la de Desqbre, una “fundación privada sin ánimo de lucro, promovida por la Consejería de Economía y Conocimiento”. No deja de ser extraño que la UMA expida títulos de especialidades médicas. Sin ir más lejos, el de un servidor fue concedido por el Ministerio de Educación y Ciencia en nombre del rey Juan Carlos I, hoy emérito.

Título de especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, expedido por el Ministerio de Educación y Ciencia                                              H.M

Respecto a su bagaje investigador, la subdirectora destaca tres proyectos en la citada web Desqbre: la evaluación del impacto de la Escuela de Salud mediante un cuestionario elaborado con 46 refranes del refranero popular español; la intervención en caídas, mediante un diseño cuasi-experimental, sobre los pacientes que asisten a taichí, frente a los del grupo control que no asisten a taichí; y el de la participación de 18 personas en un taller de cocina, en el que se elaboraron 18 recetas.

Mª Ángeles Gertrudis Díez. Currículo publicado.                                        FUENTE: Fundación DESQBRE

Ni corta, ni perezosa, Gertrudis decide enviar a la enferma a su residencia habitual. Así se lo comunica a la hija, a la que dos horas antes, como ya se ha relatado, yo he informado —con cierta empatía afectiva— exhaustivamente de todos los asuntos. La subdirectora llama para comunicar un hecho consumado. ¿Por qué, Gertrudis? «Porque no tiene criterios». Una vez más, es lo que ya se ha definido como una obsesiva doctrina enfocada a capar la potestad del médico y minimizar el peso de sus decisiones. Bien cierto es que en estos lances, el que está cerca del sudor, del cansino bip-bip de los monitores, de la sangre, de los gritos o de las lágrimas, juega con una ventaja que resulta incluso odiosa de lo amplia que es. Abismal, teniendo en cuenta que la burócrata no se molesta en bajar una planta para documentarse personalmente, ni cultiva la muy sana costumbre de leer más allá de las dos últimas líneas de los informes que se le remiten. Al menos, eso es lo que queda en evidencia al rebatirle sus 'criterios'. Y todo ello sin querer entrar a valorar el nivel de conocimientos técnicos, en un arrebato misericorde y para no hacer sangre.
La parte técnica del encuentro dura un suspiro. Gertrudis rectifica y donde dijo digo, termina cantando Diego. Ni siquiera hubiera sido necesaria la coletilla añadida al final del informe, en la que, con meridiana claridad, declino cualquier responsabilidad por las consecuencias de una decisión contraria al criterio facultativo de ingresar a una enferma grave en un hospital concertado. Pero como del atrevimiento irreflexivo no hay que fiarse, nunca está de más curarse en salud.
Gertrudis se muestra ofendida en varias ocasiones. Son momentos de lógica tensión, sobre todo cuando uno, a estas alturas, ya ha resuelto la ecuación de que si el cabello de la cabeza se esfumó hace tiempo, en la lengua no queda un solo pelo. El primer rebote del cargo intermedio, o mediano, llega cuando se le reprocha su poca diligencia al no leer el informe clínico que ella misma exige. Más irritante le resulta la demostración del hecho en tiempo real. En un momento dado, intenta hilvanar el discurso de «nosotros tenemos este procedimiento para dar al usuario un servicio de calidad…».
—Perdona, ese discurso político ya estoy muy cansado de escucharlo. Limitémonos a temas técnicos, si no te importa.
—¿Qué quieres decir con «político»?
—Que tú eres un cargo político y yo no he venido a un mitin.
—Me estás ofendiendo, ese es un aspecto de mi vida privada.

Por lo visto no sabe, o ha olvidado, que en Google hay bastantes fotos suyas dando mítines con el Psoe.

M.A. Gertrudis. Mitin Psoe en Arriate. Elecciones Generales 20D-2015           FUENTE: Melchor Conde

M.A. Gertrudis. Mitin Psoe. Arriate. Elecciones Generales 20D-2015   FUENTE: Melchor Conde

—No me refiero a tu vida privada, lo que quiero decir es que estás aquí por una decisión política, y que tu cargo no se consigue en concurso de méritos.
—Pues si tienes algo en contra de los cargos de libre designación haz un escrito.
—Llevo 25 años escribiéndolo, Gertrudis, recuérdame un día de estos que te pase la dirección de mi blog.


Nombramiento de Mª Ángeles Gertrudis Díez (Subdirectora Médica)                                                                        FUENTE:BOJA

Casualidad o no, el hecho es que todo esto ocurre al día siguiente de la declaración de guerra de su gran jefa al sector privado. Si quiso colgarse una medallita por ahorrar un encame a costa de un criterio facultativo, lo cierto es que peor no pudo salirle.
Estoy convencido de que no todos los cargos directivos se mueven por espurios intereses. Que habrá algunos, o muchos, quizá, que intenten servir a la colectividad, mejorando el entorno que les toca gestionar, que es para lo que están. Yo no conozco ninguno. El caso relatado, además de verídico, es paradigmático del alcance de las redes políticas, lo que he denominado en diversas ocasiones un estado de corrupción latente o de bajo grado, permitida y tolerada, legal incluso; pero que coquetea peligrosamente con las líneas rojas que separan la integridad de las malas prácticas. Y no todos, ni mucho menos, tienen padrinos políticos: en la libre designación se mueven intereses puramente personales, favoritismos, influencias, amiguismo; lo sé por ciencia propia. El sistema tiene sus códigos y se rige, fundamentalmente, por la máxima sagrada de que jamás hay que morder el dedo que los coloca. Por encima de cualquier otra consideración.
Comenzaba esta miniserie con el subdirector Gerónimo, cargo intermedio, o mediano como los hobbits. Igual que él, muchos medran para “llegar lejos”, aunque esa meta esté a la vuelta de la esquina. Para mantener limpia su blanca bata, siempre entreabierta, a salvo de las babas que manan de las comisuras, necesitan otra prenda: el babero de los hobbits.



miércoles, 22 de noviembre de 2017

Opinión: El babero de los hobbits (II)


El babero de los hobbits (I)                                El babero de los hobbits (y III)

El babero de los hobbits (II)


HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA


«Me estás ofendiendo». De esta guisa reacciona la subdirectora, en dos ocasiones, durante la conversación que mantenemos; primeramente por teléfono, más tarde en su despacho. Ni insultos, ni desaires ni malos gestos. Ha debido o querido decir que se siente ofendida, que es otro cantar.

Las cuestiones que propician el encuentro y el desencuentro con la subdirectora tienen mucho que ver con dos asuntos que, aparentemente, no guardan ninguna relación entre sí. Solo aparentemente.
El primero de ellos, el más instrumental, es el sistema de derivación de enfermos a los hospitales privados con los que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) tiene convenios o conciertos. Por cierto que, en su línea habitual, la Consejería de Salud mantiene una sospechosa opacidad en la información que debería ofrecer en su web institucional sobre los conciertos privados. Tanto es así que no la actualizan desde hace cuatro años.


Web de la Consejería de Salud. Información sobre centros concertados. Última actualización 1 de febrero de 2013.



Web de la Consejería de Salud. Información sobre centros concertados. Última actualización 16 de octubre de 2013.


El otro motivo, de mucho más calado, se refiere a la obsesiva doctrina de la Junta, enfocada a capar la potestad del médico y minimizar el peso de sus decisiones, siempre que se presente la oportunidad y el mediano de turno no se pille los dedos.
El procedimiento para ingresar a esos pacientes en centros que no son de titularidad pública es uno de los muchos y variados resortes con los que los políticos intentan asentar —tozudamente— su pretendida supremacía sobre el más noble poder del conocimiento, de la experiencia y de la praxis médica.
No es un poder vertical, no es empoderamiento, no; es, simplemente, la facultad de tomar (o no) una serie de decisiones clínicas basadas en el buen saber y en el buen hacer; decisiones que atañen, nada más ni nada menos, que al preciado y precioso bien de la salud. Ni los políticos, ni los cargos directivos médicos —aquellos que dejaron de ejercer para ocupar un sillón— pueden impedir, ni siquiera cuestionar, esta lógica de la rutina profesional. Porque no saben. Eso les jode. Y mucho. Pueden burocratizar, obstaculizar y zancadillear, que en esas lides son maestros insuperables.
Ahora bien, lo que sí puede pasar, y de hecho ocurre, es que el profesional, por distintas razones y presiones, cede, claudica y expone mansamente la cerviz cada vez que se inclina en una de sus reverencias. Pero esta es harina de otro costal.
Para ilustrar la tesis expuesta, basta con imaginar lo que significa un simple análisis de sangre. El médico, en su proceso diagnóstico, lo indica y decide solicitarlo; el personal de enfermería se encarga de preparar lo necesario para la extracción de la muestra. En la siguiente secuencia, un celador transporta los tubos y la petición hasta el laboratorio, donde el personal lo registra y lo procesa; los resultados, una vez validados por otro médico, pasan a un sistema informático, a través del cual el facultativo podrá verlos.
Dicho proceso solo es una gota  en el mar: todos los días se repite cientos, miles de veces; en el camino de una simple analítica, pedida por un solo médico, se han necesitado enfermeras, auxiliares, técnicos de laboratorio, celadores, administrativos, informáticos; jeringas, agujas, tubos de ensayo, gasas, antisépticos, todo tipo de mobiliario, aparatos analizadores, microscopios, centrifugadoras, ordenadores, impresoras, programas… Si se piensa en todo lo demás, las pruebas de imágenes que se piden, las intervenciones, los procedimientos, consultas, ingresos o altas, durante las 24 horas de todos los días de todos los años… El infinito.
Este monumental engranaje, de gentes y cosas, funciona sin cesar porque hay miles, millones de decisiones facultativas que lo engrasan permanentemente para que no pare; los médicos son los únicos que están facultados para mantenerlo operativo. Sin médicos, la nada, el vacío, el abismo. Podrá parecer pretensioso, petulante o soberbio. Nada de eso: es, llanamente, la realidad. La expongo con la misma humildad con la que reniego del endiosamiento y del corporativismo, esas dos graves enfermedades que aquejan a la profesión más bonita del mundo.
Debería holgar la afirmación de que, si bien es verdad que la Medicina no se entiende sin médicos, no es menos cierto que solamente con ellos tampoco se puede concebir, y además es imposible. Necio habría de ser si, tras 35 años de ejercicio profesional, no sintiera un sentido respeto por todos los estamentos del mundo sanitario, o no tuviera la certeza de que todos ellos son absolutamente necesarios.
¿Todos? No. Todos, menos la mayoría de estos políticos y muchos de sus secuaces de babero y tarjetita identificativa del cargo, pinzada al bolsillo pectoral de la impoluta bata blanca. Y sálvese quien pueda. Porque exceptuando algún rara avis que trabaja para el bienestar de la sociedad de a pie, el resto sobra. Y no merecen un respeto del que no son acreedores. Estos son los que tanto temen y odian ese poder facultativo que les está vedado. Disfrazan su incompetencia intentando rebatir y miniaturizar el criterio del conocimiento y de la experiencia, cuando no empleando taimadas jugarretas, propias del más experimentado de los trileros.
Y cuando se les dicen de frente estas cuatro verdades, se muestran ofendidos, como fue mi caso con la subdirectora del hospital. No tardarán mucho en conocer con detalle el rifirrafe retórico, al personaje en cuestión y el apasionante desenlace.
Tengan un buen babero a mano.


(Continuará…)



domingo, 19 de noviembre de 2017

Opinión: El babero de los hobbits (I)




El babero de los hobbits (I)

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Pertenecen a una estirpe gris de elementos a sueldo. Sueñan cada noche con alcanzar un escaloncito, el siguiente: uno menos para llegar lejos. Son los cargos directivos del Servicio Andaluz de Salud, concretamente los llamados ꞌcargos intermediosꞌ.

En este punto y al hilo del discurso, que en breve retomaré, es posible imaginar un diálogo cinematográfico, de serie B mala, entre un subdirector médico, Gerónimo, pongamos por caso, y su cuñado gaditano, que anda de visita. El encuentro entre Gerónimo y su hermana, entrañable; la cena, inmejorable y bien regada, va derrotando hacia el paso de su ecuador, momento en el que los caldos arrancan a fermentar en las neuronas. El reconfortante silencio de una noche familiar, la trémula luz de cuatro rayos de luna, que se empeñan, con hidalguía mediterránea, en no abandonar a los comensales, el aroma del salitre milenario, el murmullo de la espuma antes de ser agua de nuevo…

—Cuñado, ¿cómo te va en el hospital? Tengo entendido que eres el mandamás allí… ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
—¡Qué va, hombre! Yo solo soy subdirector.
—¿Te parece poco?
—Lo mío es un cargo intermedio, cuñado.
—¡Hostia! ¡Como los hobbits! También eran intermedios…
—Eran medianos, cuñado, medianos
—¿No te estarán creciendo los pies no? ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Mi tesooorooo! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Como le ocurrió al asno con la flauta, al cuñado le ha tocado un bingo con la semántica; no en vano, la primera acepción en el DRAE del término ꞌmedianoꞌ es: «De calidad intermedia». No cabe duda de que, tanto semántica como lingüísticamente, y con el aval de la Academia, se puede decir que aquellos cargos intermedios, son cargos medianos. Por una simple regla de tres, y en una interpretación mucho más libre y próxima al mundo de la fantasía del maestro Tolkien, podrían clasificarse esos roles directivos del SAS, como “cargos hobbits. Aunque es de temer, y yo me lo temo, que a esas entrañables criaturas de La Comarca, tan bondadosas, inteligentes, trabajadoras, solidarias y leales, tal comparación no solo les resulte odiosa, sino que es más que probable que la encuentren enojosa. Y esta buena gente de la Tierra Media también tiene sus prontos.
Mas, habrá que retornar a la senda que abandonamos cuando quisimos parar a escuchar aquel turbador diálogo a la luz de la luna. Momentos antes, se hablaba de esa carrera de muchos cargos intermedios para llegar lejos. Probablemente ni sepan cuánto de lejos. Ya se les puede adelantar una pista: cerca del Guadalquivir, a su paso por Sevilla.
Si el evento gastronómico y familiar del subdirector Gerónimo ha sido un guiño literario ficción por tanto—, en la siguiente entrega de este artículo se tratarán asuntos de mayor enjundia: la militancia política de estos cargos, la adjudicación de los mismos por el «sistema de libre designación» (legal, ilegítimo y vergüenza democrática); el “engorde” descarado del curriculum investigador, con trabajos-estrella que valoran impactos sanitarios a partir de cuestionarios elaborados con refranes populares, análisis de caídas entre ancianos que practican, o no practican, Tai Chi (por cierto, sin diferencias significativas), y talleres de cocina de los que se extraen conclusiones para cambiar el orbe sanitario.

Arts. 3-7, Decreto 75/200, de 13 de marzo de 2007  Junta de Andalucía / FUENTE: Junta de Andalucía


Artículo 8, Decreto 75/200, de 13 de marzo de 2007 de la Junta de Andalucía / FUENTE: Junta de Andalucía


Finalmente, trataré, una vez más, de explicar por qué la administración sanitaria andaluza (supongo que otras muchas también, pero esta es la que conozco) ha tratado, desde el 28 de febrero de 1981 de mermar la autonomía de los médicos, en vez de hacerlo con los poderes fácticos, que hoy campan a sus anchas.
Y todo ello, a propósito de un caso, del que he sido protagonista y testigo. Si dijera que fui víctima, mentiría; no pueden arrebatar el poder del conocimiento y de la buena praxis. Prevaleció mi criterio, de una forma aplastante. Podría decirse que fue vergonzante para el mediano, la mediana en este caso, pero donde no hay trigo, no hay pan blanco. Suerte tienen de que los médicos jamás hayamos querido hacer una huelga, pero una huelga de verdad: se desploma el sistema sanitario en pocos días. Pero se lleva por delante a muchos inocentes y esto no es asumible. Al menos para mí.
Los médicos llevamos bata; muchas veces sucia, de la batalla. Los hobbits  —no los de Tolkien— llevan babero para secar la continua secreción que les produce la sumisión al dedo que los hace ser… Y no ser.


(Continuará…)

jueves, 2 de noviembre de 2017

Opinión. La poesía del 155.




La poesía del 155


HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Cientocincuentaicinco rima con hinco. De hincar. Artículo rima con ridículo y con testículo. Articulo, con culo, mítica región corporal, objeto de pasiones y desencuentros. El chascarrillo resultante es de sobra conocido y no parece necesario ser más explícito en la cuestión. No había que recurrir a la futurología para sospechar que el Gobierno español acabaría aplicando el 155. Sí, el que rima con hinco.
Ni nuestro Estado de derecho ni las normas de convivencia que nos hemos dado podían permitir tal ataque a la legalidad vigente, consagrada en la Constitución española de 1978. Ni a la sagrada —e indiscutible— unidad de España, encarnada en la regia y noble figura de Felipe VI de Borbón. Y Grecia. Frente a la descabellada aventura secesionista que amenazaba la convivencia de la mayoría y el progreso de una gran nación, el imperio de la ley ha conseguido recuperar la normalidad democrática y el regreso a la senda de la sensatez. ¿Les suena la perorata?
Ha sido muy doloroso, mucho, destituir un gobierno autonómico y disolver un parlamento entero. Un dolor que se torna lancinante al tener que tomar el control de dichas instituciones y convocar elecciones limpias, transparentes y democráticas para el 21 de diciembre. Solo hay que ver las caras de García Albiol y de Albert Rivera. No caben en su propia congoja.
Por si fuera poco, la tristeza democrática se lamenta sin consuelo de la independencia judicial y la separación de poderes que distinguen al sistema político español: cárcel para la chusma independentista, acusada de rebelión. Eso les pasa por golpistas. Como Tejero, Alfonso Armada o Milans del Bosch. Otra medida dolorosa. Que rima con muchas cosas.



Para golpe, el cientocincuentaicinco. Que rima con hinco. Después de leerlo —recomendable ejercicio, sobre todo para los que hablan de él sin tener ni zorra idea— no queda espacio para la duda: la interpretación y ejecución que del polémico artículo hacen el Gobierno de Rajoy y las fuerzas vivas del Estado de Derecho y de la convivencia que todos nos hemos dado, bla, bla, bla, es el verdadero coup d’Etat en toda esta historia.
Por más vueltas que se le dé es imposible llegar a otra conclusión que no sea la que es: una patente de corso para aplastar cualquier disidencia sobre la sagrada e indiscutible unidad de España, encarnada en la regia y noble figura de Felipe VI de Borbón. Y Grecia. Bla, bla, bla…
Es, simplemente, el cientocincuentaicinco. Que rima con hinco.




martes, 24 de octubre de 2017

Carta de respuesta a un amigo




CARTA DE RESPUESTA A UN AMIGO

No hay color

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA


«Supongo Héctor que esto debe ser un trabajo de la universidad sobre la desinformación, la más burda demagogia y su efecto sobre la decadente oclocracia independentista. Si es así es para ponerte un 10. A la altura de la más patética demagogia, ahora tan de moda por los defensores del procés». Roberto Quintana.





Bueno, lo primero, Roberto, saludos cordiales y gracias por tu comentario. Ya sabes que es bienvenido y no siempre hemos de estar de acuerdo en todo. Lo contrario sería tremendamente sospechoso.
No, no es un trabajo para la Facultad de Periodismo, entre otras razones porque no da un mínimo de calidad; es una gamberrada personal ante el hastío que me produce la absoluta ceguera de tantas personas a las que considero inteligentes. La foto del sindicato de policías da miedo; claro, con metralletas y embozados, ya me dirás si se puede ser tan valiente. Por otro lado, un golpe de Estado es lo que es, y estoy seguro de que tú lo sabes. Y para terminar, una crítica a ese patrioterismo sobrevenido, tan falso como folklórico, a juzgar por la última foto de la videogamberrada.


Fotografía publicada en Twitter por el sindicato Unión Federal de Policía           Fuente: Twitter


No obstante, lo que me resulta más interesante de tu comentario es la introducción de dos conceptos muy importantes en todo este asunto: desinformación y oclocracia.

La exageración, minimización o desfiguración de la información permiten al propagandista destacar aquello que le interesa. Además, como afirmaba Goebbels, «toda falsedad es más creíble cuanto mayor sea». Esta regla se corresponde, al menos parcialmente, con lo que llamamos desinformación.

Por otro lado, es una técnica muy común en la Historia del Periodismo y da lugar a lo que se conoce como sensacionalismo o amarillismo. La desinformación no es más que una de las técnicas posibles de la propaganda. Es muy frecuente utilizar el término desinformación como sinónimo de falta de información. Pero, en rigor conceptual, no es más que un aspecto posible de la propaganda.

Nuestra Real Academia define desinformar como "dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines" o, en su segunda acepción, "dar información insuficiente u omitirla".

En realidad, el término desinformación procede, al parecer, de los orígenes del régimen soviético. Según la Enciclopedia Soviética, en su edición de 1952, “la desinformación es la propagación de informaciones falsas con el fin de crear confusión en la opinión pública. La prensa y la radio capitalistas la utilizan ampliamente. La desinformación tiene como objetivo engañar a los pueblos, cercarlos con la mentira, a fin de que imaginen una nueva guerra preparada por el bloque imperialista contra la política pacifista de la URSS, de los países con democracias populares y de otros países pacíficos, presentada como agresiva. Un papel especial en la propagación de tales informaciones provocadoras y falsificadas corresponde a la prensa, la radio y otros órganos de información del capital americano, que suministran informaciones engañosas a la prensa y a los órganos de propaganda. Los medios gubernamentales de los Estados Unidos, Francia y otros países imperialistas, utilizan frecuentemente la desinformación en el ámbito de las relaciones internacionales". Solo les faltó añadir “nosotros también lo hacemos”, para ser perfecta.

No me cabe la menor duda de que el aparato independentista catalán ha usado ésta y otras técnicas de propaganda para conseguir sus objetivos. Tampoco dudo que lo hayan hecho el Gobierno español y el llamado bloque “constitucionalista”. Los sucesivos gobiernos socialistas en Andalucía sientan cátedra en esta materia, con Susana Díaz a la cabeza.

Pero no es solo esto: con esta guerra psicológica, ambos nacionalismos —o más exactamente la derecha española y la derecha catalana— tratan de distraer a la opinión pública de lo que de verdad más les preocupa: de la corrupción y del saqueo con los que han castigado a millones de personas honradas durante muchos años. Allí y aquí. Además, los peces más gordos quieren quedar impunes. Y se irán de rositas mientras los respectivos súbditos se parten la cara entre ellos.

Respecto a la oclocracia a la que te refieres, también tengo que felicitarte por tu acierto al elegir el término: definida como “la democracia de las muchedumbres”, y concebida como una deriva degenerativa de la democracia convencional, es muy cierto que en el conflicto hispanocatalán que nos ocupa se juega sin pudor con las masas que salen a la calle, usándolas como ruedas de molino con las que hacer comulgar al contrincante.

Mas no solo lo han hecho los independentistas: seguro que no es necesario que te recuerde la amplia cobertura de la “manifestación por la unidad de España”, celebrada en Barcelona el pasado 8 de octubre, y que ya es considerada oclocráticamente hablando como la absoluta evidencia de una mayoría unionista en Cataluña; aunque hubiera gente de Coín, concretamente unos buenos amigos, simpatizantes del PP y no por ello menos queridos por mí.

De haber vivido hoy, Ortega y Gasset hubiera titulado La comunión de las masas. Inmensos rebaños de criaturas, mansas y acríticas, entregadas y secuestradas por el discurso político. Allí y aquí.

Soy consciente de que mi posicionamiento en estas cuestiones no es el mejor camino para hacer grandes amigos. Lo más jocoso del asunto es que nadie me ha preguntado cuál es; el simple hecho de hacer un esfuerzo de ecuanimidad, y manifestarlo, ya me ha colocado en la frontera con una barretina por gorro y una estelada por bandera.

Callar en la espiral del silencio o dejarme marcar a fuego como una res son posturas mucho menos complicadas.

No hay color, amigo Roberto.