viernes, 13 de octubre de 2017

ODA A TABLETOM (escrito en 2010, reeditado)




¡Eh! ¿Quién anda ahí?

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

No quiero caer en tópicos. Sólo deseo hacer una oda a Tabletom. A la banda, a sus bandas. A sus tres inmortales, voz, vientos y cuerda. Al violín en Zero Zero. Al bajo sin trastes. Al batería loco. Al saxo de Denis. A ese Lito desmesurado.
Lo tengo jodido. Evitar topicazos que no se hayan leído ya es muy complicado. Y más aún teniendo en cuenta que escribo sobre casi treinta años de mi vida. Prácticamente imposible, pero voy a intentarlo.
Me refiero al grupo de Rock and Roll que lo más típico que tiene es su pescaíto frito, la Casa El Guardia y el Guadalmedina, ese rio, casi siempre seco, en el que libré mil batallas cuando todavía nos dejaban jugar a la pelota. “Se interna, centra y…gol”
Sala Vivero, hace no mucho. Mis manos apoyadas en la madera del escenario. Siento, en mis huesos y en todo mi cuerpo, la vibración de los vatios. Admiro, una vez más, la puesta en escena de Perico, erguido en trance sobre los que tenemos la suerte de estar allí. Regala notas, trastes, música, rock, arte e infinita paciencia con el vocalista, un tal Roberto, alma que se entrega y se distrae. Los duendes y los genios tienen estas cosas…
Y ese Pepillo, más serio, como siempre, pero también paciente. ¡Qué manera de derrochar sinfonía y gusto exquisito!
¡Ay, me va a matar el Rock and Roll!






Me mata esta banda, me matan el bajista, el batería, las teclas y los otros vientos. Me matan todos, de buena música, de graves, agudos y letras; de gusto, de historia, de sentimientos, cariño, nostalgia y respeto.
Uno no puede evitar rememorar aquel pedregal infame en el que nos metían para poder verlos en la antigua feria de Málaga, con los grises dando vueltas alrededor. Por si las moscas. Los rockeros siempre fuimos bultos sospechosos. Ni aquel garito de la Misericordia, atascado de humo, de buen humo. Ni aquel concierto en Las Palmeras, en el que tocaban como teloneros de un grupo estrella, al que terminamos pitando para que se fueran. Nada personal: solo queríamos más Tabletom. Y más, y más… 





Auténticos y únicos. Hoy más que nunca quiero quereros, quiero admiraros. Hoy más que nunca deseo deciros que no os pido nada más porque ya me lo habéis dado todo. Tengo al lelo Pío-Pío, al pájaro Cucú, a Paco, al vampiro y al Coyote. Tengo 7000 kilos de Rock, 7000 kilos de Tabletom, hasta la parte chunga, al espía de la KGB, las vacas del pueblo, mimosas y acacias. Llevo en mi corazón a Gloria y a la niña que voló.
Gracias, amigos, por dejarme seguir en las nubes. Hasta siempre.



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