domingo, 10 de diciembre de 2017

Opinión: El babero de los hobbits (y III)




El babero de los hobbits (y III)

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Tambores de guerra en Sevilla. Susana Díaz arremete contra el sector privado de la sanidad andaluza. Lo acusa de dirigir, desde la sombra, las movilizaciones ciudadanas que se vienen repitiendo desde hace un par de años, motivadas por la incontenida indignación de profesionales y usuarios, ante la peor gestión sanitaria que han sufrido los andaluces en 35 años de gobiernos del Psoe. Que ya es decir.


Jornadas de directivos del SSPA.                                                                           FUENTE: Junta de Andalucía


Según el malagueño Diario Sur, la presidenta convocó el pasado día 13 de noviembre en Sevilla una “cumbre con directivos del Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA)”. El objetivo capital, primum movens, era el de escuchar sugerencias sobre cómo anular la mala prensa del SSPA en un año «negro» de mareas, movilizaciones y una fuerte contestación en las redes sociales. Dicho de otra manera: un evento descaradamente contrapropagandístico.
La trianera no ha podido digerir la sangría de los dos últimos años en la Consejería de Salud: han tenido que derogar dos grandes proyectos de gestión (fusiones hospitalarias y unidades de gestión intercentros); en esa refriega han caído cuatro gerentes de hospitales, dos gerentes del SAS, un viceconsejero y un consejero.
Y resulta que la culpa es de los empresarios de los hospitales privados, que conspiran maquiavélicamente para demoler la sanidad pública en su propio beneficio. Otra regla clásica de la propaganda, atribuida a Joseph Goebbels: el principio de la simplificación y el enemigo único.
Ante cerca de un centenar de directivos, aparece Díaz, flanqueada por sus lugartenientas a diestra y siniestra, a modo de troika: la consejera Marina Álvarez y la gerenta del SAS, Francisca Antón. Es la primera vez que un presidente o presidenta de la Junta participa en este tipo de encuentros.




El léxico empleado no deja lugar para dudar de que están declarando la guerra: la jefa pretende, con su regia presencia, «un rearme moral» del personal sanitario y un «cierre de filas» para hacer frente a esta «campaña brutal de ataques fuertes, nada inocentes».

La gerenta del SAS, henchida de ardor, manifiesta: «Esta es tu gente, presidenta, un grupo comprometido, leal con la Junta de Andalucía. Estamos sufriendo unos ataques muy duros a nivel social y político, pero no van a poder con nosotros, vamos a ganar»¡Oeeeeeé, Oé, Oé, Oeeeeeé!

Francisca Antón, gerente del Servicio Andaluz de Salud                                     FUENTE: Redacción Médica

Una jornada entrañable, victoriosa, como se puede intuir por el relato. La jerarquía sanitaria de Andalucía hace piña y se conjura para continuar yermando la tierra a lomos de un jamelgo llamado ineficacia. La foto fin de fiesta, en la puerta del edificio de gobierno del Virgen del Rocío, muestra al heroico batallón de gerentes y gerentas, en marcial formación, arropando a sus lideresas y babeando disimuladamente, como el que oye llover y silba bajito.

Si estos salivan con la visión de sus mandos, siendo un cuerpo de élite, como los húsares napoleónicos, los jenízaros otomanos, la guardia pretoriana o los guerreros samuráis crème de la crème—, ya pueden imaginarse aquellos cargos intermedios, medianos u hobbits, de los que ya hemos hablado en anteriores capítulos: se hacen agüita, las criaturitas de Dios, y necesitan baberos ultra-absorbentes de buena marca, nada de chinos.

Foto de grupo. Jornadas de directivos del SSPA.                                                FUENTE: Junta de Andalucía

Susana Díaz también tiene tiempo para prometer muchas cosas (eso va de suá) y para hablar de los hospitales concertados. La Junta destina, según Diario Sur, el 3% del presupuesto sanitario (10.000 millones de euros para el SAS en 2018) a conciertos con centros privados; es decir, que estamos hablando de 300 millones de euros para conciertos en toda Andalucía durante un año; 822.000 euros diarios para ocho provincias; algo más de 100.000 euros diarios para cada provincia. Si la calculadora no falla.
Un reciente informe de CC. OO., del que se hace eco el reportaje Camas de hospital, de Ángel Escalera y publicado el pasado día 5 en el Diario Sur, analiza la dotación de camas públicas por cada 10.000 habitantes en la provincia de Málaga: se sitúa a la cola de Andalucía y de España. Farolillo rojo. Sin embargo, es la que más camas privadas tiene dentro de la Comunidad andaluza.
Estos datos desconcertantes requieren un análisis más pausado, que escapa a las pretensiones de este artículo; solo tres apuntes personales: no creo que el usuario habitual del sistema público en Málaga tenga capacidad económica para acceder a esas camas privadas; no creo que la Consejería desconozca esos datos; no creo que sea casual el discurso anti-sector privado de Susana Díaz en el encuentro del pasado 13 de noviembre. En cualquier caso, cabemos a 100.000 euros diarios para pagar camas concertadas. ¿O no?
Hablábamos de medianos y de baberos…
Casualidad o no, al día siguiente de la cumbre hispalense se tercia solicitar cama en un hospital concertado para una enferma grave, ingresada hasta el momento en el área de observación del hospital Carlos Haya. Nueve decenas y media de vida vivida, se suman a la severidad de su enfermedad actual y a una mala calidad existencial —según los estándares que dicta la ciencia— anterior a este desgraciado evento. Estos son los casos que susurran al oído del médico: “es el momento de la verdad, de la sensatez y de la honradez profesional”.
Convencido de que la Medicina ya solo puede proporcionar alivio —que no es asunto baladí— y que el 'milagro' corre por cuenta ajena, el galeno establece un límite a su loable impulso de pretender curarlo todo; traspasarlo, únicamente significa provocar al doliente un sufrimiento innecesario, contranatura; y a su hija, ofrecerle unas expectativas que, de falsas, no las merece.
Sin escatimar ni regatear el tratamiento convencional del problema concreto (sueros y antibióticos en este caso), ni las medidas necesarias para prevenir males mayores, y con la suficiente generosidad para eliminar de cuajo cualquier rastro de dolor como si fuera propio, el médico habla a los ojos de la hija. A los ojos. Ella comprende la situación y entiende que el hospital, el gran hospital, ya no tiene nada más que ofrecer a su anciana madre. Acepta el ingreso en un hospital concertado con el SAS, en el que continuarán el tratamiento instaurado; finalmente, será la naturaleza la que, con su proverbial sabiduría, pasará, o no, las páginas de su almanaque.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Todo ese proceso, aparentemente mecánico y robotizado, supone un esfuerzo intelectual y un examen moral. Y además, con toda la franqueza del mundo, un alivio para el sistema y para el hospital. Un hospital de guerra que sobrevive artificialmente con la propaganda institucional de los trasplantes y de algún otro hito mediático. Un hospital que desprecia obligatoriamente el dolor de los crónicos y de los ancianos porque adolece de falta de espacios y escasez de recursos básicos, sobre todo humanos. La afirmación no requiere un acto de fe. Su máxima expresión se manifiesta diariamente en el área de urgencias (principalmente policlínica), en la que siguen hacinándose las personas, 17 años después de aquella reestructuración planificada, prometida y merecida. En ese camino se han perdido dos cosas: los planos que nos mostraron en el año 2000 y la dignidad de demasiadas personas. La vergüenza de los responsables no se extravió, por motivos obvios.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Cuando llega una enfermera, con cara de circunstancias, y le comunica al médico que tiene una llamada de subdirección en el teléfono que está ubicado en el mismo centro del área de observación, es muy aconsejable no preguntarle: «¿Para qué me llaman?». Resulta muy recomendable, además, mostrar una naturalidad rayana en el más obsceno de los cinismos. La llamada en cuestión es de la subdirectora, como era previsible. Se llama Gertrudis y su tarea más delicada es la de analizar las peticiones de ingresos en hospitales concertados. Para ello se le envía un impreso con el consentimiento del paciente o familiar, y un informe clínico. Su inclinación natural tiende a la denegación. La muletilla estándar es: «No tiene criterios».
¿Quién es M. A. Gertrudis? Es licenciada en Medicina por la Complutense de Madrid y especialista en Medicina Familiar por la Universidad de Málaga (UMA). ¿Por la UMA? Sí, al menos es lo que consta en su currículo, publicado en una web de la Junta y en la de Desqbre, una “fundación privada sin ánimo de lucro, promovida por la Consejería de Economía y Conocimiento”. No deja de ser extraño que la UMA expida títulos de especialidades médicas. Sin ir más lejos, el de un servidor fue concedido por el Ministerio de Educación y Ciencia en nombre del rey Juan Carlos I, hoy emérito.

Título de especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, expedido por el Ministerio de Educación y Ciencia                                              H.M

Respecto a su bagaje investigador, la subdirectora destaca tres proyectos en la citada web Desqbre: la evaluación del impacto de la Escuela de Salud mediante un cuestionario elaborado con 46 refranes del refranero popular español; la intervención en caídas, mediante un diseño cuasi-experimental, sobre los pacientes que asisten a taichí, frente a los del grupo control que no asisten a taichí; y el de la participación de 18 personas en un taller de cocina, en el que se elaboraron 18 recetas.

Mª Ángeles Gertrudis Díez. Currículo publicado.                                        FUENTE: Fundación DESQBRE

Ni corta, ni perezosa, Gertrudis decide enviar a la enferma a su residencia habitual. Así se lo comunica a la hija, a la que dos horas antes, como ya se ha relatado, yo he informado —con cierta empatía afectiva— exhaustivamente de todos los asuntos. La subdirectora llama para comunicar un hecho consumado. ¿Por qué, Gertrudis? «Porque no tiene criterios». Una vez más, es lo que ya se ha definido como una obsesiva doctrina enfocada a capar la potestad del médico y minimizar el peso de sus decisiones. Bien cierto es que en estos lances, el que está cerca del sudor, del cansino bip-bip de los monitores, de la sangre, de los gritos o de las lágrimas, juega con una ventaja que resulta incluso odiosa de lo amplia que es. Abismal, teniendo en cuenta que la burócrata no se molesta en bajar una planta para documentarse personalmente, ni cultiva la muy sana costumbre de leer más allá de las dos últimas líneas de los informes que se le remiten. Al menos, eso es lo que queda en evidencia al rebatirle sus 'criterios'. Y todo ello sin querer entrar a valorar el nivel de conocimientos técnicos, en un arrebato misericorde y para no hacer sangre.
La parte técnica del encuentro dura un suspiro. Gertrudis rectifica y donde dijo digo, termina cantando Diego. Ni siquiera hubiera sido necesaria la coletilla añadida al final del informe, en la que, con meridiana claridad, declino cualquier responsabilidad por las consecuencias de una decisión contraria al criterio facultativo de ingresar a una enferma grave en un hospital concertado. Pero como del atrevimiento irreflexivo no hay que fiarse, nunca está de más curarse en salud.
Gertrudis se muestra ofendida en varias ocasiones. Son momentos de lógica tensión, sobre todo cuando uno, a estas alturas, ya ha resuelto la ecuación de que si el cabello de la cabeza se esfumó hace tiempo, en la lengua no queda un solo pelo. El primer rebote del cargo intermedio, o mediano, llega cuando se le reprocha su poca diligencia al no leer el informe clínico que ella misma exige. Más irritante le resulta la demostración del hecho en tiempo real. En un momento dado, intenta hilvanar el discurso de «nosotros tenemos este procedimiento para dar al usuario un servicio de calidad…».
—Perdona, ese discurso político ya estoy muy cansado de escucharlo. Limitémonos a temas técnicos, si no te importa.
—¿Qué quieres decir con «político»?
—Que tú eres un cargo político y yo no he venido a un mitin.
—Me estás ofendiendo, ese es un aspecto de mi vida privada.

Por lo visto no sabe, o ha olvidado, que en Google hay bastantes fotos suyas dando mítines con el Psoe.

M.A. Gertrudis. Mitin Psoe en Arriate. Elecciones Generales 20D-2015           FUENTE: Melchor Conde

M.A. Gertrudis. Mitin Psoe. Arriate. Elecciones Generales 20D-2015   FUENTE: Melchor Conde

—No me refiero a tu vida privada, lo que quiero decir es que estás aquí por una decisión política, y que tu cargo no se consigue en concurso de méritos.
—Pues si tienes algo en contra de los cargos de libre designación haz un escrito.
—Llevo 25 años escribiéndolo, Gertrudis, recuérdame un día de estos que te pase la dirección de mi blog.


Nombramiento de Mª Ángeles Gertrudis Díez (Subdirectora Médica)                                                                        FUENTE:BOJA

Casualidad o no, el hecho es que todo esto ocurre al día siguiente de la declaración de guerra de su gran jefa al sector privado. Si quiso colgarse una medallita por ahorrar un encame a costa de un criterio facultativo, lo cierto es que peor no pudo salirle.
Estoy convencido de que no todos los cargos directivos se mueven por espurios intereses. Que habrá algunos, o muchos, quizá, que intenten servir a la colectividad, mejorando el entorno que les toca gestionar, que es para lo que están. Yo no conozco ninguno. El caso relatado, además de verídico, es paradigmático del alcance de las redes políticas, lo que he denominado en diversas ocasiones un estado de corrupción latente o de bajo grado, permitida y tolerada, legal incluso; pero que coquetea peligrosamente con las líneas rojas que separan la integridad de las malas prácticas. Y no todos, ni mucho menos, tienen padrinos políticos: en la libre designación se mueven intereses puramente personales, favoritismos, influencias, amiguismo; lo sé por ciencia propia. El sistema tiene sus códigos y se rige, fundamentalmente, por la máxima sagrada de que jamás hay que morder el dedo que los coloca. Por encima de cualquier otra consideración.
Comenzaba esta miniserie con el subdirector Gerónimo, cargo intermedio, o mediano como los hobbits. Igual que él, muchos medran para “llegar lejos”, aunque esa meta esté a la vuelta de la esquina. Para mantener limpia su blanca bata, siempre entreabierta, a salvo de las babas que manan de las comisuras, necesitan otra prenda: el babero de los hobbits.



No hay comentarios:

Publicar un comentario