jueves, 6 de septiembre de 2018

Opinión. En ocasiones veo médicos





En ocasiones veo médicos 

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Incomunicado. Un serio disturbio neurológico le hurta la capacidad de hablar y de entender. Tiene 38 años y una lesión cerebral. Llega a urgencias desde otro hospital. Tres son los especialistas que han de determinar su futuro. Por si no tuviera bastante, el joven paciente también es víctima del síndrome del monstruo del lago Ness: todos hablan de él pero ninguno lo ha visto.

Hay un protocolo para estos casos. Una guía clínica sesudamente elaborada por ilustres expertos en tales menesteres, lo mejor de cada casa. Para evitar expresiones malsonantes, digamos que a la hora de la verdad se la pasan por el filtro de la reinterpretación. Cada cual a su favor. Objetivo: menos en mi casa, en la de cualquiera. Cualquiera suele rimar con urgencias. Los especialistas se niegan a ingresar pacientes que huelan a problema.
No será sospechoso este blog de connivente con el sistema. A través de esta humilde ventana se han denunciado muchas de las perrerías ideadas en los despachos, bastantes años antes de las mareas, de Spiriman y de otros luchadores sobrevenidos. Hoy toca cambiar el paso.

La escena
Los profesionales no pueden esconderse más entre las bambalinas de una escena descompuesta. No hay tempestad que lo arrase todo. Ni siquiera la precariedad o las malas condiciones laborales pueden justificar conductas tan descaradamente evasivas como las que a diario pueden observarse en la arena de la asistencia urgente, que es de la que uno puede hablar sin temor a que me partan la cara.
Hay, en general, una llamativa reticencia a reflejar las decisiones en la historia clínica, la madre de la Medicina. Detrás de una apariencia digna dicen una cosa y escriben otra. Sabedores de que el registro digital deja un rastro indeleble, han desarrollado una jerga llena de condicionales y muletillas del tipo “en el momento actual” para disfrazar responsabilidades. No vaya a ser qué.

El médico de urgencias
En tales casos el médico de urgencias está capado en el poder de decisión, más allá de sus competencias clínicas. Esto es así por mucho que el Plan Andaluz de Urgencias y Emergencias (PAUE) y su mentor, Murillo, cacareen lo contrario. Al menos en el Carlos Haya, el urgenciólogo es un convidado de piedra en las controversias nacidas de los diferentes criterios entre los especialistas del hospital.

Los residentes
Íntimamente relacionado con todo lo anterior, está el caso de los mal llamados médicos residentes, a los que prefiero llamar médicos generales en periodo de formación especializada (MEGFE). Suelen presentarse como neumólogos, cardiólogos o cirujanos pero no lo son. Estos generalistas soportan gran parte del peso asistencial en sus respectivos servicios y suelen estar encargados de valorar los pacientes ingresados en urgencias. Probablemente han aprendido lo bueno de sus mentores pero lo seguro es que también lo peor.
Muchos de ellos no saben lo que es el respeto. En su baño de oro se creen dueños de la ciencia y se permiten lujos como establecer indicaciones por teléfono. Les da igual que al otro lado de la línea haya un profesional que triplique sus años de experiencia. No solo padecen el tic de la ignorancia, también el de la aborrecible soberbia médica.

Las unidades de gestión clínica
No puede haber dudas sobre que la causa principal de este desastre se encuentra en la progresiva funcionariorobotización que el sistema sanitario está inoculando en la profesión médica, temeroso de un nivel de decisión que se escapa al control político. Las unidades de gestión clínica no son más que la traducción de este miedo cerval. Un modelo de organización sustentado por el mantra de una pretendida optimización de los recursos, que no solo ha sido un sonado fracaso en este sentido sino que ha creado la figura del paciente “complejo”, una pelota envenenada que nadie quiere.
Al observar los ojos, abiertos como platos, de algún interlocutor cuando uno comenta estas inquietudes, me asaltan dudas sobre mi propia salud mental. Sé que no son ideas delirantes porque en ocasiones veo médicos. Médicos de verdad.








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