jueves, 12 de septiembre de 2019

Opinión: el nuevo año judicial





Ni justicia ni vergüenza

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA


En España, el rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad. Eso es lo que dice la Constitución. El asunto no es baladí porque lo que viene a decir nuestra Carta Magna es que no puede ser juzgado aunque cometa el peor de los delitos. No es el derecho de pernada de los antiguos señores feudales, pero se le parece mucho. Felipe VI, un fuera de la ley, ha presidido el acto de inauguración del nuevo Año Judicial en la misma sala del Tribunal Supremo en la que han sido juzgados los presos políticos catalanes.
En vísperas de una sentencia —la del Procés— que determinará el porvenir de las libertades en Catalunya y en España, el Poder Judicial se ha dado un baño de gloria y autocomplacencia, plasmado en los discursos de la Fiscal General del Estado, María José Segarra, y del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes. Si se comparan sus palabras con la realidad y la tozudez de los hechos, en este país no hay ni justicia ni vergüenza.

Nuevo Año Judicial 2019-2020. Está presente lo mejor de cada casa. Una ceremonia rancia, desfasada y con un desagradable olor a naftalina decimonónica. Mujeres y hombres vestidos de negro, luciendo ostentosos collares sobre sus pechos, asienten complacientemente a las palabras de Segarra, primero, y de Lesmes, después.

Felipe VI preside la inauguración del nuevo Año Judicial. En la foto junto a Carlos Lesmes, presidente del TS y del CGPJ


Bailando al ritmo del Poder Ejecutivo
La jefa de los fiscales no ahorra elogios para su ministerio. Olvida, por ejemplo, la inacción de la Fiscalía ante las conspiraciones del exministro Fernández Díaz para socavar la reputación de políticos catalanes, intentando atribuirles delitos inventados. O la inhibición cuando no una clara obstrucción de las investigaciones frente a las actividades manifiestamente corruptas de otros muchos políticos del Partido Popular.
Aún debe resonar en la Sala de Plenos del Tribunal Supremo la denuncia de Jordi Sànchez sobre la extorsión de los fiscales para conseguir declaraciones de culpabilidad a cambio de una rebaja de penas y del fin de la prisión provisional
Los jueces no llevan bien las críticas
Carlos Lesmes comienza su discurso con veladas referencias al Procés y a las manifestaciones de protesta por las resoluciones judiciales. Ataviado con el collar de San Raimundo de Peñafort, catalán por cierto, olvida el magistrado que en este país es legal y legítimo salir a la calle para disentir de las sentencias arbitrarias. Al encomiar la labor de todos sus jueces, Lesmes también olvida el auto de Pablo Llarena denegando la libertad provisional a Joaquim Forn por mantener «su ideario soberanista».
Caso Puigdemont: las bofetadas llegan de Europa
El presidente del TS y del CGPJ se queja en su discurso de «la grave incertidumbre que recientes decisiones judiciales, procedentes de otros estados miembros de la UE, han generado». Lesmes se refiere, sin duda, a los tribunales que, tanto en Bélgica como en Alemania, no han apreciado los elementos suficientes para extraditar al exiliado Carles Puigdemont, entre otros, por un delito —rebelión en España, alta traición en Bélgica y Alemania— cuya esencia radica en el uso de una violencia manifiesta para conseguir sus fines.
El “teorema de la violencia en Catalunya” es parte del relato antiindependentista de los que quieren escarmentar, a toda costa, a los políticos catalanes soberanistas. Y este no es el caso de los jueces belgas y alemanes. El expresident y los otros fugados de la justicia española siguen siendo libres en el resto del mundo, y esto escuece al aparato judicial que preside Carlos Lesmes.
El sonrojante espectáculo de las hipotecas
Lesmes asegura en su discurso que las sentencias de 2017 proporcionaron «seguridad y certeza jurídica a los ciudadanos, eliminando los abusos en las relaciones privadas». Se ve que el año 2018 no tocaba en esta solemne, rancia y trasnochada ceremonia, una pantomima presidida por Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, inviolable por la gracia de la Constitución Española.
De haber querido hablar del pasado año judicial, Carlos Lesmes tendría que haber explicado qué clase de presiones, políticas y financieras, lograron laxar tan poderosamente a sus juececitos para que suspendieran su propia sentencia al día siguiente de haberla dictado. Se trataba de una sentencia justa y valiente, que cargaba a los bancos determinados gastos hipotecarios, considerados abusivos. Pues bien, 20 días después de suspender el fallo original, los magistrados resolvieron lo contrario: paga el ciudadano.
Así, los paganos seguiremos cargando con gastos y comisiones mientras la banca gana, como siempre, y los especuladores siguen trapicheando con los impagos y las vidas de la gente honrada. Y ahora, que Lesmes vuelva a contarnos lo de la separación de poderes y la independencia judicial en España. Que nos echaremos unas risas.
Reír por no llorar, porque en este país ni hay justicia ni hay vergüenza.


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