El bellotero, el listo y la
doctora que quedó bien: un sainete religioso
En un
servicio de urgencias sanitarias suelen ocurrir muchas cosas, unas predecibles,
inesperadas otras, y casi siempre son
situaciones sorprendentes, curiosas e interesantes, pero bastante desagradables
en su mayoría.
El análisis de todos los eventos
acaecidos –y de las circunstancias que los rodean, condicionan, determinan y
originan– es complicado, por mucho que algunos chupatintas a sueldo pretendan
sistematizarlos en una presentación Power Point candidata a ser premiada
en el próximo concurso de la Escuela Andaluza de Salud Pública, para glorias,
gestas y excelencias; es decir, para escalar un peldaño, cobrar un mísero plus,
obtener dos días libres, una palmadita en el lomo o permiso para mamarla
relajadamente con ticket de desayuno adicional.
Sin embargo, la realidad lleva
otros caminos, acaso los del Señor, y para muestra el siguiente botón: a 200 kilómetros de la
sala de críticos del malagueño hospital Carlos Haya , concretamente en Almería, un
usuario gravemente enfermo –además de transplantado renal y, por tanto, hijo
predilecto del sistema–, con su aorta (esa “vena gorda” mítica para el pueblo
andaluz) desafortunadamente rota un viernes de puente de diciembre. Hasta aquí
normal, predecible en cierto modo.
Lo que ya no es tan imaginable,
ni sistematizable en el Power Point del soplagaitas de turno, el de la
medallita y ticket de desayuno, es que el paciente, usuario del sistema y
objetivo de nuestros desvelos, tuviera la fortuna o la desgracia (aún está por
ver) de tener una “gran amiga”, anestesista ella, que asumiera la dirección y
coordinación de su emergencia vital, quedando para la posteridad como la gran
hacedora y ángel de la guarda. ¡Qué bonita es la amistad, sobre todo cuando los
problemas tienen que solventarlos otros! Planteada la cuestión en Almería, la buena
samaritana recurre a un amigo cardiólogo. Un listo, uno más de los muchos que
pueblan nuestras dehesas. Esto cada vez pinta más feo. No se conoce lo que este
galeno sabe de Cardiología, posiblemente mucho, pero de lo que no cabe duda es
de que está al día sobre los resultados de la cirugía aórtica de todos los
servicios de Cirugía Cardiovascular en España, puesto que al ser consultado por
su amiga anestesista, sentencia: “mándalo al Gregorio Marañón, que tienen muy
buenas estadísticas”. Ahí, con dos cojones y 600 kilómetros de
regalo para uno que ya avista a la de negro con la guadaña. La otra se lo
cree y llama a Madrid. No hay foto de la cara del cirujano de guardia, pero su
dedo corazón, erguido en actitud de rechazo, aún deja sombra entre las torres
de Florentino Pérez: “amigo cardiólogo, en Madrid va a ser que no, ¿dónde lo
mandamos?, porque le toca Granada, tierra soñada por mí”. “No, mejor a Málaga
que tiene mejores resultados”, concluye el experto.
Y a las seis de la tarde, el
residente de guardia, aprendiz de cirujano cardiovascular, anuncia al adjunto
de urgencias la buena nueva; sin capacidad de reacción, ni derecho a veto, el
urgenciólogo piensa: “este marrón me lo como yo, como hay Dios”. La doctora no
duda en meterle en el cuerpo a su amigo disecado 150 kilómetros más
de autovía y queda de cine. El galeno cardiólogo, el listo, también queda bien
y satisfecho de poner en práctica sus vastos conocimientos. Ambos en su casa,
al abrigo del hogar familiar.
Mientras tanto, en otro lugar y
en otro ambiente, ajeno a políticos, amasachurros, ruedabolas, comecancas,
chupauñas y cagamulas, un pobre desgraciado ha sido detenido por bellotero:
portador intestinal de unas cuantas bolas de polen cannábico prensado que, a
estas alturas, o bajuras, mantienen una estrecha relación con las haustras
colónicas y la materia fecal, mierda para entendernos todos, presente en estas
vísceras diseñadas por Dios en el último día de la Creación. Los
círculos del destino proveerán que el presunto se convierta también en usuario
del sistema, como el otro, pero sin glamour.
Y ambos al Carlos Haya, el
primero acompañado del SAMUR, con su médico a la cabeza, aliviado de soltar
semejante regalo, y el segundo con una pareja, mítica imagen, de la Guardia Civil , la "Meletérica de Chiquitistán", que solicitan educadamente al residente de turno
ubicar al usuario en un “lugar especialmente habilitado” para el proceso
expulsivo, una vez realizada la radiografía delatora. “¿Mande?”, pregunta el
médico bisoño. In albis, el médico en formación imagina una sala con
tecnología punta que él desconoce y, disculpándose momentáneamente con los
agentes, acude raudo a asesorarse por su adjunto responsable, que le explica
con aplomo y seguridad en qué consiste ese lugar especialmente diseñado para
estos fines. Feliz de saber algo más, se presenta de nuevo ante la ley y el
orden y, textualmente les expone: “mi adjunto dice que disponemos de una trona
que ubicamos donde haya espacio; la trona es un sillón con un agujero para
cagar, debajo del cual se inserta una palangana de la que ustedes recogerán el
material… y mientras tanto se sitúan a derecha e izquierda del detenido en su
labor vigilante”. Hombres de honor, valientes y arriesgados, a los de verde les
aterroriza la idea de comerse los olores y texturas propias del procedimiento
propuesto y solicitan llevarse a su detenido al Clínico, dónde suponen una
mejor cartera de servicios para estos menesteres. Y siguiendo la máxima del
enemigo que huye y del puente de plata se les facilita la salida en transporte
propio (coche patrulla) con un informe a mano por montera y nuestros mejores
deseos, buen servicio a los guardias y una pronta cagada al bellotero.
Y mientras que el amigo de la que
quedó bien y del listo de Almería, con 4 o 5 venenos en perfusión y un tubo en
la traquea era sometido a más pruebas antes de entrar por fin al anhelado y
merecido quirófano, a las tres de la madrugada ya, recibíamos la llamada de un
médico del Hospital
Clínico Universitario, largando bichos y culebras por esa
boca, indignado con la derivación y preguntándonos qué tiene su trona que no
tenga la nuestra. ¿Y qué tiene Málaga que no tenga Granada para pacientes con
la aorta disecada? Esto es la guerra, compañero.
Pasó la noche y llegó la mañana
siguiente. Afortunadamente el enfermo crítico, operado, evoluciona en la UCI. El detenido, con la "Meletérica", aún depone, ingresado en la planta de Cirugía. Los dos en Carlos
Haya, algo predecible.
Málaga, diciembre de 2009
Dedicado a D. José
María Cano, compañero y amigo. Allá arriba debe estar sonriendo.
Genialmente expresado por alguien que se nota que sabe de lo que habla y que domina su oficio.
ResponderEliminarEnhorabuena de parte de este anonimo que alguna vez ha hecho de "intermediario empurante"de personajes del tipo del cardiologo y anestesista que cuentas.