miércoles, 26 de septiembre de 2018

Opinión: no a la huelga


¿Huelga? No, gracias

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Pueden tumbar el sistema. Con calma. Sin huelgas y en pocos días. Solamente tienen que sacudirse la presión institucional y ejercer de lo que son: médicos. Es rebelarse frente al funcionarismo y contra los números que otros necesitan para conservar sus cómodos sillones. Sin estridencias. Dentro de la ley y del código deontológico. Sosegadamente. Y no solo es provocar la caída del tinglado político, es mucho más. Es ponerlo en evidencia, con sus vergüenzas al fresco. Es someterlo al imperio del conocimiento y a la nobleza de una profesión humanista. Lo contrario es lo que hay: un mal presente y un futuro peor.



Málaga. Segunda quincena del mes de octubre. Huelga de médicos en los centros de salud. Convocan o apoyan el Sindicato Médico, la asociación profesional 'Basta Ya' y el Colegio de Médicos.
Un planteamiento ambicioso
Según el diario Sur, la iniciativa pretende ser el «principio de la reconstrucción de la sanidad pública andaluza». Ahí queda eso. Desde luego, las reivindicaciones son coherentes con la pretensión manifestada: además de la ya clásica '10 minutos por paciente', exigen a la Junta más y mejores contratos, subidas retributivas, mayor capacidad diagnóstica, libertad de prescripción, seguridad frente a las agresiones y un rechazo más o menos explícito, más menos que mása las unidades de gestión clínica (UGC). Asunto capital este último por ser el corsé que los burócratas aprietan para ahogar la autonomía del profesional a cambio de cuatro perras gordas. Algunas más para ellos.


FUENTE: DIARIO SUR

Los diez minutos no se piden, se toman
La experiencia profesional, esa gran maltratada por los depredadores del sistema, dibuja en el pensamiento senderos otrora inconcebibles. El que ha visto casos banales que han acabado en sesiones de quimioterapia sabe muy bien lo que significa esto. Casi nadie va al médico por morboso placer. Que unos profesionales tengan que reclamar diez minutos para atender a sus enfermos forma parte de un laberinto kafkiano en el que la realidad viola brutalmente a la sensatez, a la Medicina y a todo galeno que se cruce en el camino.
¿Huelga para que se les puedan dedicar 600 segundos a los enfermos? Hay cosas que se piden por deferencia y si no, se toman. Sobre todo si van preñadas de tanta legitimidad. Si todos los médicos de todos los centros de salud de Málaga dedicaran esos diez minutos ―o los que fueran necesarios― a sus enfermos, es muy posible que los antidisturbios tuvieran que intervenir para evitar linchamientos. Ya conocemos el sabor de los huesos de nuestro puchero. Pero el sistema caería irremisiblemente en pocos días. Menos huelgas y más redaños.

A los de urgencias que les den
Los médicos de atención primaria ―como todos― durmiéronse en el regazo de aquella mentira que les prometió maná de por vida. Poco les importó ―ni les importa― la lenta agonía de sus compañeros en las urgencias hospitalarias. Y viceversa. Si hay un gremio insolidario, es el de los médicos.
Inciertos son los resultados de la huelga anunciada. Las reivindicaciones son muchas. Mejor dicho, son todas. El momento y los convocantes invitan a barruntar cierta intención política. Una  cosa es segura: el paro machacará a los de urgencias. Una vez más. Como diría el cómico, al final son «las gallinas que entran por las que salen». Sin el comodín de una población formada, la partida está perdida.

“A mi padre lo echaron el otro día…”
Los reingresos precoces en el hospital son un escándalo. Les dan de alta hoy y vuelven mañana. Por urgencias, claro. Y vuelta a empezar. Demasiados médicos sucumben a la presión asistencial y se creen mejores que nadie por su habilidad como 'defensas-escoba'. Lo más sangrante del caso es que algunos de ellos son excelentes profesionales que aún no se han percatado de que además de hacerle el juego a los que los desprecian cualquier día de estos un juez los va a poner mirando para Antequera. Y lo tendrán más que merecido. Por útiles.

Lo que hay que hacer
Si todos los médicos de todos los hospitales de Málaga hacen lo que hay que hacer, el sistema colapsa. No hay que solicitar más pruebas. No es una huelga de celo. Es escuchar, atender y explicar. Es resolver dudas. Los pacientes, las personas, necesitan una buena información y una referencia. El coste económico es cero pero requiere tiempo. El que se merecen, ni más ni menos. Es mucho más rápido solicitar el enésimo escáner; el enfermo volverá a un carrusel que lo tendrá girando varios meses. Y un buen día aparecerá en urgencias. La familia sabrá exactamente la fecha de las pruebas pero nada de la enfermedad.
Instintivamente los profesionales sanitarios están contribuyendo al trabajo sucio de la administración sanitaria. Y no solo no mejoran la calidad de la atención, sino que la embarran. Casi siempre con la mejor de las intenciones. Casi siempre.
Y cuando entiendan esto y se dediquen solo a lo que les concierne ―la Medicina es el oficio más bonito del mundo― la situación actual pintará de rosa para todos. A estas alturas hacer más huelgas es hollar en vacío. No, gracias.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Opinión. En ocasiones veo médicos





En ocasiones veo médicos 

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Incomunicado. Un serio disturbio neurológico le hurta la capacidad de hablar y de entender. Tiene 38 años y una lesión cerebral. Llega a urgencias desde otro hospital. Tres son los especialistas que han de determinar su futuro. Por si no tuviera bastante, el joven paciente también es víctima del síndrome del monstruo del lago Ness: todos hablan de él pero ninguno lo ha visto.

Hay un protocolo para estos casos. Una guía clínica sesudamente elaborada por ilustres expertos en tales menesteres, lo mejor de cada casa. Para evitar expresiones malsonantes, digamos que a la hora de la verdad se la pasan por el filtro de la reinterpretación. Cada cual a su favor. Objetivo: menos en mi casa, en la de cualquiera. Cualquiera suele rimar con urgencias. Los especialistas se niegan a ingresar pacientes que huelan a problema.
No será sospechoso este blog de connivente con el sistema. A través de esta humilde ventana se han denunciado muchas de las perrerías ideadas en los despachos, bastantes años antes de las mareas, de Spiriman y de otros luchadores sobrevenidos. Hoy toca cambiar el paso.

La escena
Los profesionales no pueden esconderse más entre las bambalinas de una escena descompuesta. No hay tempestad que lo arrase todo. Ni siquiera la precariedad o las malas condiciones laborales pueden justificar conductas tan descaradamente evasivas como las que a diario pueden observarse en la arena de la asistencia urgente, que es de la que uno puede hablar sin temor a que me partan la cara.
Hay, en general, una llamativa reticencia a reflejar las decisiones en la historia clínica, la madre de la Medicina. Detrás de una apariencia digna dicen una cosa y escriben otra. Sabedores de que el registro digital deja un rastro indeleble, han desarrollado una jerga llena de condicionales y muletillas del tipo “en el momento actual” para disfrazar responsabilidades. No vaya a ser qué.

El médico de urgencias
En tales casos el médico de urgencias está capado en el poder de decisión, más allá de sus competencias clínicas. Esto es así por mucho que el Plan Andaluz de Urgencias y Emergencias (PAUE) y su mentor, Murillo, cacareen lo contrario. Al menos en el Carlos Haya, el urgenciólogo es un convidado de piedra en las controversias nacidas de los diferentes criterios entre los especialistas del hospital.

Los residentes
Íntimamente relacionado con todo lo anterior, está el caso de los mal llamados médicos residentes, a los que prefiero llamar médicos generales en periodo de formación especializada (MEGFE). Suelen presentarse como neumólogos, cardiólogos o cirujanos pero no lo son. Estos generalistas soportan gran parte del peso asistencial en sus respectivos servicios y suelen estar encargados de valorar los pacientes ingresados en urgencias. Probablemente han aprendido lo bueno de sus mentores pero lo seguro es que también lo peor.
Muchos de ellos no saben lo que es el respeto. En su baño de oro se creen dueños de la ciencia y se permiten lujos como establecer indicaciones por teléfono. Les da igual que al otro lado de la línea haya un profesional que triplique sus años de experiencia. No solo padecen el tic de la ignorancia, también el de la aborrecible soberbia médica.

Las unidades de gestión clínica
No puede haber dudas sobre que la causa principal de este desastre se encuentra en la progresiva funcionariorobotización que el sistema sanitario está inoculando en la profesión médica, temeroso de un nivel de decisión que se escapa al control político. Las unidades de gestión clínica no son más que la traducción de este miedo cerval. Un modelo de organización sustentado por el mantra de una pretendida optimización de los recursos, que no solo ha sido un sonado fracaso en este sentido sino que ha creado la figura del paciente “complejo”, una pelota envenenada que nadie quiere.
Al observar los ojos, abiertos como platos, de algún interlocutor cuando uno comenta estas inquietudes, me asaltan dudas sobre mi propia salud mental. Sé que no son ideas delirantes porque en ocasiones veo médicos. Médicos de verdad.