Bandeja de salida
HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA
Estimada usuaria:
Espero
que a la recepción de la presente goce de una excelente salud, que tal bonanza
no la abandone en lo sucesivo y que dure, sin merma, todos los años que el
destino haya tenido a bien disponer para su persona.
Como
usted sin duda barrunta, más allá de los inescrutables designios del porvenir,
la mano humana es una eficaz herramienta al servicio de los mismos. Bien lo
sabe el humilde servidor que le escribe, pues no en vano se dedica a la noble
tarea de procurar su bienestar y el de otras muchas criaturas desde que
consiguió, hace ya 34 años y con no pocos desvelos, el título de médico.
En
estos tiempos oscuros, me veo en la obligación, tanto desde un punto de vista
profesional como ético, de hacerle partícipe del estado de la cuestión
sanitaria, que en gran medida nos afecta, a usted y a mí. Lejos de divagaciones
generalizadoras, mi intención es informarle de algunos asuntos concretos que le
atañen como paciente del hospital Carlos Haya de Málaga, al que usted acude
cuando su salud se quiebra, sin perjuicio de que situaciones parecidas ocurran
en otros lares, que ocurren, pero de las que no puedo dar fe.
Sepa
usted que si en este preciso instante —una azarosa tarde de cualquier día del
año— está siendo atendida en el servicio de urgencias de su hospital, lo más
probable es que esté confiando la solución de su dolencia a uno de esos médicos
que llaman 'residentes'. En realidad, son médicos generales aunque puedan
presentarse como especialistas; son chicos y chicas jóvenes con un prometedor futuro
y una experiencia profesional que suele oscilar entre los dos meses y los dos
años. Aspiran a ser, el día de mañana, médicos especialistas cualificados, pero
hoy no lo son.
No
se alarme, querida usuaria: también hay médicos expertos a los que les pueden consultar,
pero constituyen una proporción tan pequeña que resulta literalmente imposible
que puedan supervisar con garantías toda la demanda, que, como usted bien sabe
y padece, no es asunto menor. Y si está usted esperando, después de esperar,
esperar y esperar, a que baje el ansiado especialista que le han prometido, no lance
alegremente las campanas al vuelo: muy probablemente será otro residente, que con
suerte acumulará tres o cuatro años de dilatada experiencia. Le ruego sea
comprensiva ante la tardanza porque lo están llamando de otros muchos servicios
del hospital.
Y
si lee en su informe de alta algo así como «valorada por el [especialista tal]…»
y no le consta dicho acto médico sobre su propia persona, será porque su caso
ha sido resuelto por comunicación telefónica, hecho nada infrecuente desde que
su historial y sus pruebas pueden ser examinados a distancia gracias a las
nuevas tecnologías.
Sé
lo que se estará preguntando. Le daré la misma respuesta que da el nuevo
gerente, Emiliano Nuevo, la directora de Gestión, Carmen Gracia, y el
subdirector de Personal, un tal Ramón Porras, cuya reputación entre los
sindicalistas ronda conceptos del viejo fascio:
no hay dinero para contratar profesionales ya formados. Yo no sé si es verdad o
no, pero no es lo que dicen en campaña electoral. Lo que sí sé, estimada
usuaria, es que los pocos contratos que hacen son tan precarios que atentan
tanto a la dignidad de los profesionales como a la de los contribuyentes como
usted.
Como
ya podrá adivinar, el meollo del asunto es que el hospital cuenta a esos médicos
generales sin experiencia, llamados 'residentes', como fuerza laboral
cualificada; y con este argumento, los gestores sanitarios —colocados a dedo
por los políticos que son votados— se atreven a decir que «la asistencia está
garantizada». Y son, precisamente, esos médicos generales en formación los
grandes beneficiados de todo este entramado; conscientes de la dependencia que
tiene el sistema de ellos, de los recursos que le ahorran y de la coartada
política que le brindan, medran sin cesar para blindar sus derechos laborales,
algo en lo que usted y yo estaremos de acuerdo que es legítimo al cien por
cien. Como también coincidiremos en la obscenidad que supone primar, bajo
extorsión, determinados derechos puramente corporativos, a costa de birlar
otros que son fundamentales para el estado de bienestar social.
Porque
no debe olvidarse que usted tributa, entre otras muchas cosas, para ser atendida
por un médico con una formación ya contrastada, y para que éste enseñe a los
que mañana tomarán el relevo. Y no al contrario.
No
le canso más. Estaré encantado de seguir contándole aspectos de sus derechos sanitarios
que son vulnerados a diario, y que una gigantesca pantalla propagandística
impide que sean visibles.
Quedo
enteramente a su disposición.
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