¡Crucificadme!
HÉCTOR
MUÑOZ. MÁLAGA
La
responsabilidad última del fanatismo criminal del Dáesh es la de los propios
sicarios que perpetran las ejecuciones de tantos inocentes. También de aquellos
que, a través de su ascendencia religiosa, los captan, los convencen y los preparan
en un perfecto caldo de cultivo, propiciado —la mayoría de las veces— por
situaciones de marginalidad social, aun siendo ciudadanos del mundo occidental.
Olga Rodríguez - Periodista especializada en Oriente Próximo
Este
análisis, sin dejar de ser cierto, se cae de simple. La barbarie no nace por
generación espontánea. Sus causas están ancladas en un pasado lejano —cuando, hace un siglo, tras
la Primera Guerra Mundial, los británicos y los franceses se
repartieron el oriente medio a golpe de escuadra y cartabón—, en otro muy
reciente (Afganistán, Irak, Siria) y en un rabioso presente dominado por los
intereses estratégicos y comerciales del bloque occidental y de sus aliados
árabes, principalmente la todopoderosa Arabia Saudí, país en el que los
derechos más básicos se tratan con decapitaciones públicas y apaleamiento de
mujeres.
Arabia Saudí: conmutan la pena de muerte por ir a la Yihad
No es ningún secreto, con
evidencias de todo tipo, que Arabia Saudí y Qatar organizan, arman y financian grupos terroristas islamistas; lo hicieron con Al Qaeda y lo hacen con el Dáesh.
El exsenador norteamericano Bob Graham, principal autor
del informe clasificado del Senado sobre los atentados del 11-S, declaró:
«El Dáesh es un producto de ideales saudíes y dinero
saudí».
Y ahora vayan buscando buenos cantos para lapidarme, si con
ello creen limpiar sus conciencias: es vergonzoso que el Gobierno y la
Monarquía española mantengan relaciones comerciales con los mecenas del
terrorismo islámico, o que todos los partidos del Ayuntamiento de Cádiz, —incluidos
Psoe, IU y Podemos—, apoyaran la venta
de barcos de guerra a los saudíes, con los que podrán reventar a la población
civil de Yemen. “Pan o ideología”, se dijo en su momento.
Los
estadounidenses han organizado, entrenado y financiado grupos armados islamistas. Tampoco es ya un secreto. Según la BBC, Abu
Bakr al-Baghdadi —el autoproclamado califa— fue
detenido en 2004 por las fuerzas estadounidenses, y recluido en el centro de
detención Camp Bucca, en Irak. Cinco años después, en 2009, al-Baghdadi es liberado por la Junta de Revisión. En 2010 se convierte en líder del Dáesh, y en junio
de 2014 se proclama califa. Actualmente no se sabe a ciencia cierta si está
muerto o no. Como lo de Bin Laden, todo un acto de fe.
Medios prestigiosos, como The Guardian o el Frankfurter Allgemeine Zeitung han
reportado el envío de armas por parte del Reino Unido y la CIA a los rebeldes
sirios, así como el hallazgo de armamento de fabricación francesa, norteamericana, alemana e israelí en zonas de guerra.
Medios israelíes y occidentales reconocen el suministro de armas a los yihadistas
Pero no solo es vergonzoso lo relatado; no vale quedarse ahí:
es una política de corresponsabilidad
meridiana con las masacres de Londres, París, Bruselas, Berlín, Orlando o
Barcelona. Eso sí, que no falten las comitivas en los funerales, o que el gran
problema sean las esteladas independentistas.
Azótenme si lo desean, pero los muertos son también parte del
precio de las transacciones comerciales con Arabia Saudí y Qatar. Después viene
el rechinar de dientes y el rasgarse las vestiduras. Malditos hipócritas.
¿Cuándo será el próximo? ¿O algún iluminado cree que ya se
han acabado? ¿Qué resultado están dando las medidas que, en realidad, lo que
hacen es recortar libertades a la población general?
Si les cuesta conseguir una cruz para ejecutarme, siempre
pueden optar por quemarme vivo a lo Santa Inquisición. Pero, de una vez por
todas, alguien tendrá que rebelarse contra tanto terrorismo
institucional.
¿Revelarse ? ¿No rebelarse ?
ResponderEliminarGracias por revelar el gazapo, jajajaja.
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