El babero de los hobbits (y III)
HÉCTOR MUÑOZ.
MÁLAGA
Tambores de guerra en Sevilla. Susana Díaz arremete contra el
sector privado de la sanidad andaluza. Lo acusa de dirigir, desde la sombra,
las movilizaciones ciudadanas que se vienen repitiendo desde hace un par de
años, motivadas por la incontenida indignación de profesionales y usuarios,
ante la peor gestión sanitaria que han sufrido los andaluces en 35 años de
gobiernos del Psoe. Que ya es decir.
Jornadas de directivos del SSPA. FUENTE: Junta de Andalucía |
Según el malagueño Diario Sur, la presidenta convocó el pasado día 13 de noviembre en
Sevilla una “cumbre con directivos del Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA)”. El objetivo capital, primum movens, era el de escuchar
sugerencias sobre cómo anular la mala prensa del SSPA en un año «negro» de mareas,
movilizaciones y una fuerte contestación en las redes sociales. Dicho de otra
manera: un evento descaradamente contrapropagandístico.
La trianera no ha
podido digerir la sangría de los dos últimos años en la
Consejería de Salud: han tenido que derogar dos grandes proyectos de gestión (fusiones hospitalarias y unidades de gestión intercentros); en esa refriega han
caído cuatro gerentes de hospitales, dos gerentes del SAS, un viceconsejero y
un consejero.
Y resulta que la
culpa es de los empresarios de los hospitales privados, que
conspiran maquiavélicamente para demoler la sanidad pública en su propio
beneficio. Otra regla clásica de la propaganda, atribuida a Joseph Goebbels: el
principio de la simplificación y el enemigo único.
Ante cerca de un centenar de directivos, aparece Díaz, flanqueada por sus lugartenientas a diestra y
siniestra, a modo de troika: la consejera Marina Álvarez y la gerenta del SAS,
Francisca Antón. Es la primera vez que un presidente o presidenta de la Junta participa
en este tipo de encuentros.
El léxico empleado no deja lugar para dudar de que están declarando la guerra: la jefa pretende,
con su regia presencia, «un rearme moral» del personal sanitario y un «cierre
de filas» para hacer frente a esta «campaña brutal de ataques fuertes, nada inocentes».
La gerenta del
SAS, henchida de ardor, manifiesta: «Esta
es tu gente, presidenta, un grupo comprometido, leal con la Junta de Andalucía.
Estamos sufriendo unos ataques muy duros a nivel social y político, pero no van
a poder con nosotros, vamos a ganar». ¡Oeeeeeé, Oé, Oé, Oeeeeeé!
Francisca Antón, gerente del Servicio Andaluz de Salud FUENTE: Redacción Médica |
Una jornada entrañable, victoriosa, como se
puede intuir por el relato. La jerarquía sanitaria de Andalucía hace piña y se conjura para continuar yermando la tierra a
lomos de un jamelgo llamado ineficacia. La foto fin de fiesta, en la puerta del
edificio de gobierno del Virgen del Rocío, muestra al heroico batallón de
gerentes y gerentas, en marcial formación, arropando a sus lideresas y babeando
disimuladamente, como el que oye llover y silba bajito.
Si estos salivan con la visión de sus mandos, siendo un cuerpo de élite, como los húsares napoleónicos, los
jenízaros otomanos, la guardia pretoriana o los guerreros samuráis —crème de la crème—,
ya pueden imaginarse aquellos cargos intermedios, medianos u hobbits, de los que ya hemos hablado en
anteriores capítulos: se hacen agüita, las criaturitas de Dios, y necesitan
baberos ultra-absorbentes de buena marca, nada de chinos.
Foto de grupo. Jornadas de directivos del SSPA. FUENTE: Junta de Andalucía |
Susana Díaz también tiene tiempo para prometer
muchas cosas (eso va de suá) y para hablar de los hospitales concertados. La Junta destina, según Diario Sur, el 3% del presupuesto
sanitario (10.000 millones de euros para el SAS en 2018) a conciertos con
centros privados; es decir, que estamos hablando de 300 millones de euros para conciertos
en toda Andalucía durante un año; 822.000 euros diarios para ocho provincias;
algo más de 100.000 euros diarios para cada provincia. Si la calculadora no
falla.
Un reciente informe de CC. OO., del que se hace eco el reportaje Camas de hospital, de Ángel Escalera y publicado el pasado día 5 en
el Diario Sur, analiza la dotación de
camas públicas por cada 10.000 habitantes en la provincia de Málaga: se sitúa a
la cola de Andalucía y de España. Farolillo rojo. Sin embargo, es la que más
camas privadas tiene dentro de la Comunidad andaluza.
Estos datos desconcertantes requieren un análisis más pausado, que escapa a las
pretensiones de este artículo; solo tres apuntes personales: no creo que el
usuario habitual del sistema público en Málaga tenga capacidad económica para
acceder a esas camas privadas; no creo que la Consejería desconozca esos datos;
no creo que sea casual el discurso anti-sector privado de Susana Díaz en el
encuentro del pasado 13 de noviembre. En cualquier caso, cabemos a 100.000
euros diarios para pagar camas concertadas. ¿O no?
Hablábamos de medianos y de baberos…
Casualidad o no, al día siguiente de la
cumbre hispalense se tercia solicitar cama
en un hospital concertado para una enferma grave, ingresada hasta el
momento en el área de observación del hospital Carlos Haya. Nueve decenas y
media de vida vivida, se suman a la severidad de su enfermedad actual y a una mala
calidad existencial —según los estándares que dicta la ciencia— anterior a este
desgraciado evento. Estos son los casos que susurran al oído del médico: “es el
momento de la verdad, de la sensatez y de la honradez profesional”.
Convencido de que la Medicina ya solo puede proporcionar alivio —que no es asunto baladí—
y que el 'milagro' corre por cuenta ajena, el galeno establece un límite a su
loable impulso de pretender curarlo todo; traspasarlo, únicamente significa
provocar al doliente un sufrimiento innecesario, contranatura; y a su hija, ofrecerle
unas expectativas que, de falsas, no las merece.
Sin escatimar ni regatear el tratamiento convencional del problema concreto (sueros y antibióticos en
este caso), ni las medidas necesarias para prevenir males mayores, y con la
suficiente generosidad para eliminar de cuajo cualquier rastro de dolor como si
fuera propio, el médico habla a los ojos de la hija. A los ojos. Ella comprende
la situación y entiende que el hospital, el gran hospital, ya no tiene nada más
que ofrecer a su anciana madre. Acepta el ingreso en un hospital concertado con
el SAS, en el que continuarán el tratamiento instaurado; finalmente, será la
naturaleza la que, con su proverbial sabiduría, pasará, o no, las páginas de su
almanaque.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Todo ese proceso,
aparentemente mecánico y robotizado, supone un esfuerzo intelectual y un examen
moral. Y además, con toda la franqueza del mundo, un alivio para el sistema y
para el hospital. Un hospital de guerra que sobrevive artificialmente con la
propaganda institucional de los trasplantes y de algún otro hito mediático. Un
hospital que desprecia obligatoriamente el dolor de los crónicos y de los
ancianos porque adolece de falta de espacios y escasez de recursos básicos, sobre
todo humanos. La afirmación no requiere un acto de fe. Su máxima expresión se
manifiesta diariamente en el área de urgencias (principalmente policlínica), en
la que siguen hacinándose las personas, 17 años después de aquella
reestructuración planificada, prometida y merecida. En ese camino se han
perdido dos cosas: los planos que nos mostraron en el año 2000 y la dignidad de
demasiadas personas. La vergüenza de los responsables no se extravió, por
motivos obvios.
Hablábamos de medianos y de baberos…
Cuando llega una enfermera, con cara de circunstancias, y le comunica al médico que tiene
una llamada de subdirección en el teléfono que está ubicado en el mismo centro
del área de observación, es muy aconsejable no preguntarle: «¿Para qué me llaman?». Resulta muy recomendable,
además, mostrar una naturalidad rayana en el más obsceno de los cinismos. La llamada
en cuestión es de la subdirectora, como era previsible. Se llama Gertrudis y su
tarea más delicada es la de analizar las peticiones de ingresos en hospitales
concertados. Para ello se le envía un impreso con el consentimiento del
paciente o familiar, y un informe clínico. Su inclinación natural tiende a la
denegación. La muletilla estándar es: «No tiene criterios».
¿Quién es M. A. Gertrudis? Es licenciada en Medicina por la Complutense de Madrid y
especialista en Medicina Familiar por la Universidad de Málaga (UMA). ¿Por
la UMA? Sí, al menos es lo que consta en su currículo, publicado en una web de la Junta y en la de Desqbre, una “fundación
privada sin ánimo de lucro, promovida por la Consejería de Economía y
Conocimiento”. No deja de ser extraño que
la UMA expida títulos de especialidades médicas. Sin ir más lejos, el de un
servidor fue concedido por el Ministerio de Educación y Ciencia en nombre del
rey Juan Carlos I, hoy emérito.
Título de especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, expedido por el Ministerio de Educación y Ciencia H.M |
Respecto a su bagaje investigador, la subdirectora destaca tres proyectos en la citada web Desqbre: la evaluación del
impacto de la Escuela de Salud mediante un cuestionario elaborado con 46
refranes del refranero popular español; la intervención en caídas, mediante un diseño
cuasi-experimental, sobre los pacientes que asisten a taichí, frente a los del grupo control que no asisten a taichí; y el de la participación de 18
personas en un taller de cocina, en el que se elaboraron 18 recetas.
Mª Ángeles Gertrudis Díez. Currículo publicado. FUENTE: Fundación DESQBRE |
Ni corta, ni perezosa, Gertrudis decide enviar a la enferma a su residencia
habitual. Así se lo comunica a la hija, a la que dos horas antes, como ya se ha relatado,
yo he informado —con cierta empatía afectiva— exhaustivamente de todos los asuntos. La subdirectora
llama para comunicar un hecho consumado. ¿Por qué, Gertrudis? «Porque no tiene criterios». Una vez más, es lo que ya se ha definido como una obsesiva doctrina enfocada a capar la potestad del médico y
minimizar el peso de sus decisiones. Bien cierto es que en estos lances, el que
está cerca del sudor, del cansino bip-bip de los monitores, de la sangre, de los
gritos o de las lágrimas, juega con una ventaja que resulta incluso odiosa de
lo amplia que es. Abismal, teniendo en cuenta que la burócrata no se molesta en
bajar una planta para documentarse personalmente, ni cultiva la muy sana
costumbre de leer más allá de las dos últimas líneas de los informes que se le
remiten. Al menos, eso es lo que queda en evidencia al rebatirle sus 'criterios'.
Y todo ello sin querer entrar a valorar el nivel de conocimientos técnicos, en
un arrebato misericorde y para no hacer sangre.
La parte técnica del encuentro dura un suspiro. Gertrudis rectifica y donde dijo digo, termina cantando
Diego. Ni siquiera hubiera sido necesaria la coletilla añadida al final del
informe, en la que, con meridiana claridad, declino cualquier responsabilidad por
las consecuencias de una decisión contraria al criterio facultativo de ingresar a una enferma grave en un hospital
concertado. Pero como del atrevimiento irreflexivo no hay que fiarse, nunca
está de más curarse en salud.
Gertrudis se muestra ofendida en varias ocasiones. Son momentos de lógica tensión, sobre todo cuando uno, a estas
alturas, ya ha resuelto la ecuación de que si el cabello de la cabeza se esfumó
hace tiempo, en la lengua no queda un solo pelo. El primer rebote del cargo
intermedio, o mediano, llega cuando se le reprocha su poca diligencia al no
leer el informe clínico que ella misma exige. Más irritante le resulta la
demostración del hecho en tiempo real. En un momento dado, intenta hilvanar el
discurso de «nosotros tenemos este procedimiento para dar al usuario un
servicio de calidad…».
—Perdona, ese discurso político ya estoy muy
cansado de escucharlo. Limitémonos a temas técnicos, si no te importa.
—¿Qué quieres decir con «político»?
—Que tú eres un cargo político y yo no he venido a
un mitin.
—Me estás ofendiendo, ese es un aspecto de mi vida
privada.
Por lo visto no sabe, o ha olvidado, que en Google
hay bastantes fotos suyas dando mítines con el Psoe.
M.A. Gertrudis. Mitin Psoe en Arriate. Elecciones Generales 20D-2015 FUENTE: Melchor Conde |
—No me refiero a tu vida privada, lo que quiero
decir es que estás aquí por una decisión política, y que tu cargo no se
consigue en concurso de méritos.
—Pues si tienes algo en contra de los cargos de
libre designación haz un escrito.
—Llevo 25 años escribiéndolo, Gertrudis, recuérdame
un día de estos que te pase la dirección de mi blog.
Nombramiento de Mª Ángeles Gertrudis Díez (Subdirectora Médica) FUENTE:BOJA |
Casualidad o no, el hecho es que todo esto
ocurre al día siguiente de la declaración de guerra de su gran jefa al sector
privado. Si quiso colgarse una medallita por ahorrar un encame a costa de un
criterio facultativo, lo cierto es
que peor no pudo salirle.
Estoy convencido de que no todos los cargos
directivos se mueven por espurios intereses. Que habrá algunos, o muchos,
quizá, que intenten servir a la colectividad, mejorando el entorno que les toca
gestionar, que es para lo que están. Yo no conozco ninguno. El caso relatado,
además de verídico, es paradigmático del alcance de las redes políticas, lo que
he denominado en diversas ocasiones un estado de corrupción latente o de bajo grado,
permitida y tolerada, legal incluso; pero que coquetea peligrosamente con las líneas
rojas que separan la integridad de las malas prácticas. Y no todos, ni mucho
menos, tienen padrinos políticos: en la libre designación se mueven intereses puramente
personales, favoritismos, influencias, amiguismo; lo sé por ciencia propia. El
sistema tiene sus códigos y se rige, fundamentalmente, por la máxima sagrada de
que jamás hay que morder el dedo que los coloca. Por encima de cualquier otra
consideración.
Comenzaba esta miniserie con el subdirector Gerónimo, cargo intermedio, o mediano como los hobbits. Igual que él, muchos medran
para “llegar lejos”, aunque esa meta esté a la vuelta de la esquina. Para mantener
limpia su blanca bata, siempre entreabierta, a salvo de las babas que manan de las
comisuras, necesitan otra prenda: el
babero de los hobbits.
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