No hay rey bueno
HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA. 5 sept.
2022
Felipe VI de Borbón, 'El Resentido', no perdona el atrevimiento de la independencia latinoamericana. Fue el único mandatario que el pasado día 8 de agosto permaneció sentado ante el paso de la espada de Bolívar. Ocurrió durante los actos de la toma de posesión del nuevo presidente colombiano, el izquierdista y exguerrillero Gustavo Petro. Mientras el Borbón mostraba su desprecio a muchos pueblos y a un símbolo de su libertad, los latinoamericanos vibraban con la espada del Libertador. Los Borbones son malos perdedores.
Felipe VI: contraperfil
«El niño es un demonio. Disfruta tratándonos mal y poniéndonos en
evidencia». Así hablaba en 1980 un miembro de la escolta de la familia real, un
antiguo buen amigo. Se refería al entonces príncipe de Asturias, Felipe de
Borbón, que contaba con 12 años de edad en aquellos momentos. «Ninguno de
nosotros quiere ir con el niñato, preferimos seguir al padre a 200 km/h en sus
escapadas nocturnas, aunque acabemos derrapando en la M-30. Siempre nos da
esquinazo».
La periodista Pilar Eyre, especializada en dimes y diretes de la monarquía, afirma en la revista Lecturas que con 36 años, el Borbón
abrió una nevera por primera vez en su vida, en casa de la abuela de Letizia,
en Asturias. «No lo ha hecho en su vida
y le hace ilusión», dijo su prometida, según Eyre. Está mal
visto que la realeza pise las cocinas. Para eso disponen de una generosa servidumbre,
pagada por los contribuyentes.
Dicen que es el rey más preparado. Esto es relativo. Depende, elementalmente, de la preparación de sus
antecesores. Para superar a su padre ―cazador de elefantes―, a su bisabuelo ―Alfonso XIII― o a su trastatarabuela ―Isabel II― no precisaba
hacer carreras. Total, todos estos pasan siempre con nota y nunca necesitan
presentarse en septiembre. Igual es que la consanguinidad los hace más listos.
Su padre es franquista. Él también. En 1970, el emérito declaró para una televisión suiza que
Franco era un ejemplo viviente para él. Cinco años después, con el sátrapa frío
y seco, bajo mil coronas funerarias, juró lealtad a los principios del
Movimiento, para que lo proclamaran rey. «Su recuerdo [Franco]
constituirá para mí una exigencia de comportamiento […]», dijo en su primer discurso como monarca.
El hijo es lo mismo. ¿O alguien a estas alturas se traga que simpatizar con el Atleti y casarse con una periodista son
síntomas de amor por las libertades? En el discurso contra el Procés catalán o en el desplante a la
espada de Bolívar vimos su talante democrático. Tampoco hay que dar más vueltas
al asunto: rey y democracia son términos incompatibles. Podrán aparentar ser la
vanguardia de la libertad, pero solo por no perder la corona.
Borbones y
Latinoamérica
Fernando VII los mataba. Tras las declaraciones de independencia de las colonias, “el rey Felón”
apostó por un escarmiento y envió a criminales de guerra como el mariscal
Morillo a masacrar población civil y fusilar a los líderes independentistas.
Fue el “Régimen del Terror”. En España tampoco se contuvo. Mataba liberales por
vicio.
Se ha puesto muy de moda el chascarrillo de que “no se pueden mirar aquellos hechos con los ojos de hoy”. Lo dijeron
Pérez-Reverte y el traidor Vargas Llosa, y una legión de bobos lo repite cada
vez que quieren sacudir su patriótica conciencia histórica. Es la perfecta coartada
discursiva de los que, como los Borbones, añoran las gestas de Hernán Cortés,
Pizarro y compañía. Lo jocoso del asunto es que estos mismos, sí pueden mirar con los ojos de hoy las supuestas
atrocidades cometidas por los indígenas, para poder justificar después la
invasión, sometimiento y “reeducación”.
Juan Carlos I los callaba. La Revolución Bolivariana de Hugo Chávez fue vendida por la propaganda
occidental como la loca mentira de un presidente choni. Se ridiculizaba a
Chávez, y aún peor: se ridiculizaba la esencia latinoamericana. Durante el
último gobierno de Aznar los ataques fueron furibundos y humillantes.
En la Cumbre Iberoamericana de 2007, Chávez se quejaba de ello y el rey de España trató chabacanamente de
callarlo, como hubiera hecho con cualquier indígena sometido. La diferencia es
que mientras uno era impuesto por decreto de Franco y herencia monárquica, el
otro era un presidente electo legítimamente. Que no es asunto baladí. ¿Con qué
ojos hay que mirar esto?
El emérito desapareció cuando amenazaba tormenta. A pesar de las evidencias de corrupción, la justicia archivó todas las
causas. Y el Borbón regresó hace unos meses, siendo incluso aclamado por cuatro
desocupados. “Vivan las caenas”. Se
largó pronto con sus amigos jeques al paraíso de los derechos humanos.
Felipe VI los desprecia. El desdén mostrado frente a un gran símbolo de la libertad de los
pueblos latinoamericanos viene a reforzar la idea de que este Borbón porta en
su ADN el colonialismo más rancio. En su última visita a Colombia, no solo hizo el feo a la espada de Bolívar; se reunió con el presidente saliente, el derechista
Iván Duque. Parecía más lógico que lo hiciera con el entrante, el único que, a
partir de ese momento, tendría capacidad de decidir. El problema es que es rojo
y exguerrillero. Como Mujica, que sí fue recibido como presidente de Uruguay
por Juan Carlos I en el Palacio Real. Vamos de mal en peor.
El asunto de
pedir perdón
No es un tema trascendental.
Pero sería un gesto noble.
Mucho más que tensar el pescuezo altivamente y seguir mirando a los hermanos de
Latinoamérica por encima del hombro. Motivos para disculparse de las
bellaquerías de nuestros antepasados españoles haylos de sobra, ya los miren los
ojos de Pérez-Reverte, los del acomodaticio Vargas Llosa o los del mismísimo sursuncorda.
La conquista y colonización española de América se hizo con la espada y con la cruz. El
Vaticano es poco proclive a dar su brazo a torcer, y sin embargo, Juan Pablo II
y Benedicto XVI ya pidieron perdón en su día. El papa Francisco ha ido más
lejos: «Pido humildemente perdón por los crímenes contra los pueblos
originarios durante la llamada Conquista de América».
Los inmigrantes
latinoamericanos siguen
siendo objeto de estereotipos, prejuicios, rechazo y discriminación en nuestro
país. Es lo que muchos españoles parecen haber aprendido de algunos de sus
políticos y de todos los Borbones. Ellos lo viven con la mayor alegría, incluso
en condiciones sociales de exclusión. Las secuelas del yugo español les obligan
a buscar el pan aquí.
Como siempre que logro leer tus textos ha sido un placer. Un saludo afectuoso.💋
ResponderEliminarMuchas gracias
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