Un orgasmo lorquiano
Héctor
Muñoz. Málaga
¡Qué difícil es desconectar a veces de lo que
ocupa y preocupa! ¿Verdad? Es como el jilguero que sale de la jaula y se posa
encima de ella sin querer volar, como el síndrome de Estocolmo o como los
prisioneros a rayas que no saben donde ir una vez liberados.
Diez días fuera del
hospital dan que pensar. La imaginación vuela y alguien puede intuir que en tan
largo periodo han debido cambiar muchas cosas: esa policlínica, por fin digna y
espaciosa, con consultas y todo, sin biombos, con camillas preparadas para la
máxima seguridad del paciente, no como aquellas desvencijadas en la que más de
uno casi se desnucaba, no. Un sistema informático veloz, integrado, seguro e
intuitivo, sillones ergonómicos, orden, silencio, rapidez y discreción.
Un personal feliz,
entregado sin condiciones a la consecución de los fines más sublimes: manos
limpias, recetas al buen uso propio y praxis ajustada al máximo nivel de
evidencia científica. Como tiene que ser.
Y diligencia, mucha diligencia.
Nada de echar balones fuera: colaboración, solidaridad, educación, humildad,
sentido común. ¿Un enfermo necesita un marcapasos? Paciencia, no se atropellen
por ponerlo en el día. Las prisas nunca fueron buenas consejeras. ¿Piedras en
la vesícula? Tranquilos, que la que se queje después de veinte cólicos biliares
lo hace de puro vicio. No es conveniente que el sistema se deje llevar por la
ansiedad de los clientes. Es una inercia perniciosa. Como la anemia. Y hablando de
carencias: esas criaturas transfundiéndose en el hospital de día, radiantes al
recibir el sagrado fluido, tomando color y calor. ¡Qué bonito!
Y camas, muchas camas
libres, como mínimo las más de cien que han estado cerradas y las 40 o 50 que
siempre están libres. Siempre. ¡Qué gozada! ¡Qué derroche!
Esos médicos y
enfermeras tan ejemplares como sus contratos indefinidos. Impresionante. O ese
equipo de dirección, degustando empanados en franca camaradería con los que
tienen guardias, picoteando de las fiambreras de los que no las tienen o
convidando a chupitos de finas hierbas, sin alcohol, por supuesto, pero de muy
buen rollo. Muy emocionante, carne de gallina al cantar juntos “la Tarara sí,
la Tarara no; la Tarara, niña, que la he visto yo”. ¿Y qué más da que al que
caiga enfermo le birlen el prorrateo de sus guardias? “Lleva la Tarara un
vestido verde lleno de volantes y de cascabeles”. ¡Alegría, alegría!
Y un ecosistema
bacteriano libre de bichos incómodos, de éstos que vienen del mismo culo del
mundo y se acoplan de tal forma que parecen turistas de hamaca y gafas de sol.
Nada de eso, porque para ello los que mandan, expertos donde los haya, actúan
prestos ante la alarma más nimia. Es cuestión de reflejos, y éstos son unos
linces que hay que cuidar, mimar y criar, incluso en cautividad si fuere
necesario, para que nazcan, crezcan y se reproduzcan, como los camaleones, ya
saben, esos lentos reptiles de ojos saltones que tienen la increíble cualidad
de cambiar de color para mimetizarse en el entorno. ¡Qué habilidad!, que diría
el sabio de Tarifa y que Dios lo tenga en su gloria.
Para redondear, un público educado, correcto,
respetuoso, responsable, limpio, aseado, conocedor de sus obligaciones (que de
sus derechos ya se han encargado linces y camaleones de ponerlos al día). “Luce mi Tarara su
cola de seda sobre las retamas y la hierbabuena”.
Es
materialmente imposible que las cosas vayan mal porque tenemos a la mejor: “Ay,
Tarara loca. Mueve la cintura para los muchachos de las aceitunas”.
Hector, te escribí un comentario pero algo debí hacer malporque me parece que no ha salido. Era para decirte que es un placer leerte, no conocía tu maestría con las letras. Y preguntarte si las invitaciones que me aparecen para unirme en Linkedln son automáticas, como las de Facebook o Twiter, o son tuyas. Ultimamente me han comentado algún escrito tuyo que no creo haber recibido y no se si se debe a esto. Y una pregunta, tal vez indiscreta, por si la quieres contestar: ¿porqué el vaso canopo? No puedo evitar imaginarme a tu corazón (y otras vísceras), hablando desde dentro del cáliz, en la oscuridad de la tumba, en el Valle de los Reyes... Aunque por otra parte es bastante poético...
ResponderEliminarUn abrazo
Hola José Carlos.
ResponderEliminarEn primer lugar, gracias por leerme. Lo vengo haciendo desde hace años y ahora que estudio Periodismo, con más motivo, por aquello de ir mejorando las muchas carencias que tengo.
Lo de Linkedin no ha sido automático: recibí hace unas semanas invitaciones de compañeros (entre ellos de César Aragón) y al subscribirme debí aceptar la opción de enviar invitaciones a mis contactos de correos. Es una red social más, parece que con cierta vocación de reunir profesionales de cualquier rama.
Y en cuanto al título de uno de mis dos blogs, "el vaso canopo", lo explico en la primera entrada que escribí: en resumen es guardar mis "vísceras" como profesional de la Medicina para dedicarme a mi actual pasión que es el Periodismo; para escribir sobre asuntos profesionales uso más el otro blog, "aventuras y desventuras de un grumete", en un intento de separar ambos aspectos, aunque es bastante complicado y no siempre lo consigo. El enlace de esa entrada es http://elvasocanopo.blogspot.com.es/2011/10/presentacion-batallitas-y-homenaje-uno.html