Los
nuevos mercados
HÉCTOR
MUÑOZ. MÁLAGA
«Escuela de sexo oral busca
sede en España». Con este titular ofrece El Mundo[1],
en su edición digital, un reportaje noticioso sobre una empresa rusa que se
dedica a dar clases de sexo ―sólo para mujeres―, con la finalidad de formar y
adiestrar alumnas que consigan en diferentes asignaturas «cómo mantener a cualquier hombre contento,
amarrado y adicto a ellas. Incluso
"cómo despertar su bestia interior"».
A cualquier
crítico, cronista, comentarista o, simplemente, lector o lectora de prensa, se
le queda la jeta descolgada y la boquita cerrada (no vaya a ser qué), independientemente
del buen o mal gusto del reportaje citado, que eso ya es cuestión de cada cual,
y de la pertinencia de su publicación en un diario ―aunque sea en su versión on
line― que siempre aspira a ser de referencia, aunque sólo lo consiga en
contadas ocasiones. Además, dada la orientación editorial de El Mundo,
podría resultar hasta sorprendente, si algo queda ya que sea capaz de
sobresaltar al personal. En cualquier caso, respiren sólo por la nariz, hasta
el final.
Al parecer
está pegando fuerte: han comenzado en Moscú y ya han abierto sucursales en San
Petesburgo y Moldavia. En la capital rusa, un equipo de seis profesoras,
dirigidas por la decana Liubimova ―¿cómo será la rectora?― entrenan a las
alumnas con todo tipo de material didáctico ad hoc. Pero nada de carne:
todo sintético, porque los hombres no pueden entrar. Clases de tres horas y
media a cien euros y matrícula de libre configuración, a elegir entre doce
disciplinas diferentes; si su expansión cruza Los Pirineos con rumbo sur, es de
esperar que alivien el paro nacional, eso si a estas alturas los nuevos y
nuevas emprendedoras españolas no han montado ya algún tenderete de orden más
latino.
Ante tal
notición, las reacciones pueden ser variadas: la sonrisa indiferente de «el
mundo se ha vuelto loco», el entusiasmo incondicional de los luchadores y
luchadoras por la libertad sexual, la negra irritación de aquellos y aquellas
que lo consideran machista y vejatorio, o la indignación del pensamiento más
tradicional. O la carcajada más sonora de la incredulidad absoluta. Y alguno
que ya haya comenzado a frotarse las manos. Vaya usted a saber. Igual resurge
aquella fiebre hispánica de principio de los 70 para viajar a Francia a ver El
último tango en París y las agencias de viaje empiezan ahora a vender rutas
transiberianas como rosquitos de vino. Es más, ya puestos, también podrían
montarse academias masculinas de aprendizaje y perfeccionamiento en artes
amatorias, que no es ninguna tontería.
Lo dicho: los
nuevos mercados abren un abanico de posibilidades no exploradas, que
propiciarán realidades diferentes. Dicen que el Periodismo anda en crisis; El
Mundo, con reportajes como éste, no invita a pensar lo contrario si publica
contenidos más propios de revistas eróticas que de prensa de calidad, de la que
andamos muy necesitados.
Y ya lo dijo
Pepe Sancho, aquel estudiante bandolero de la serie Curro Jiménez: «¡A
mamarla!».
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