Las
diferencias saltan a la vista
Joan Tardà, diputado y portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el Congreso, pone en evidencia a Pedro Sánchez y al PSOE en el debate de investidura
HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA
Más
allá de ideologías y preferencias, más allá de que se pueda estar o no de
acuerdo con él, coincidir o disentir totalmente o solo en parte con sus
postulados, y más allá del debate sobre la unidad de España o la independencia
de Cataluña, el discurso del veterano diputado catalán, el pasado 2 de marzo, en
la fallida investidura de Pedro Sánchez, merece una reflexión, lo más aséptica posible, sobre la situación política
en la que se encuentra el Reino de España.
El
parlamentarismo español clásico ha dado grandes oradores, como Castelar,
Sagasta, Segismundo Moret, Silvela, Pi y Margall, Nicolás Salmerón o los
malagueños Romero Robledo y Cánovas del Castillo, por citar solo unos pocos. En
tiempos de la Segunda República destacaron, entre otros, Azaña, Alcalá-Zamora,
Indalecio Prieto, Lerroux o Gil Robles. De entre los más recientes, cabe nombrar
a Adolfo Suárez, Felipe González, Durán i Lleida o el mismo Rajoy.
Quizá
Joan Tardà no posea la elocutio de
los clásicos, posiblemente porque practica más el catalán que el castellano y
depende mucho de sus notas escritas. Pero lo que no se le puede negar es la
claridad y la franqueza de su discurso, directo, irreverente a veces, con algún
puntito de macarrismo y golpes de un humor típicamente catalán. No esconde sus
cartas bajo un velo de retórica, como hacen muchos, y destila honestidad
personal; es un político que sabe lo que quiere y lo dice con vehemente claridad,
en Cataluña y en Madrid.
El
vapuleo verbal que le dio a Pedro Sánchez y a su partido fue de época; al PSOE
le afeó su clara deriva a la derecha, algo que a estas alturas ya nadie puede
negar. Lo acusó de estar más atado a los poderes financieros que a los ideales
socialistas y los intereses de la mayoría. Al candidato a presidente del
Gobierno lo tildó de «insensato» y «escaso de talla de estadista», comparando
la valentía de Adolfo Suárez durante la Transición con la pacata tibieza de
Sánchez en asuntos de Estado.
En
este sentido, Tardà jugaba con ventaja: es como poner un Boeing 777 junto a un
dron de segunda mano; las diferencias saltan a la vista.
Tarda es brillante pero no está libre de retórica (la sutil herramienta común a todos los humanos que queremos mantener nuestra sensación de poder mediante la palabra).
ResponderEliminarGracias, Gregorio, por tu lectura y comentario.
ResponderEliminarReconozco que no soy objetivo con Tardà; me parece un político honesto, decidido, valiente, mordaz y divertido. La retórica no siempre es sutil y la del catalán no me parecería el mejor ejemplo. Más que de poder, yo hablaría de persuasión; efectivamente, creo que en cualquier proceso comunicativo, incluido el interpersonal, la persuasión juega un papel muy importante, incluso sin percatarnos de ello.
Saludos cordiales.