Víctimas de la propaganda
HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA
El
hospital Carlos Haya está gravemente enfermo. Lo sabemos a ciencia cierta los
que lo conocemos por trabajar en él desde hace más de un cuarto de siglo.
En
realidad, el hospital malagueño es una más de las muchas víctimas que va
dejando la epidemia que asola a la sanidad pública de Andalucía: los recortes
de la Junta en materia de salud.
Informativamente
hablando, estamos viviendo un verano incierto. A las noticias sobre la falta de
cobertura de profesionales en urgencias y centros de salud, les suceden otras
que muestran a Susana Díaz inaugurando centros sanitarios, o al consejero
Aquilino Alonso celebrando el éxito de un trasplante de piel. Esto se llama
propaganda.
Susana Díaz inaugura el Hospital del Guadalhorce www.cartamaaldia.com |
En
estos días también nos enteramos de que dos profesionales de enfermería sufren
agresiones físicas y verbales en el servicio de urgencias del hospital Carlos
Haya (1). No son hechos aislados; puedo dar fe de que, lamentablemente, son
cotidianos. Yo mismo, sin ir más lejos, he sido objeto de ellos.
Es
posible que los usuarios entiendan que los trabajadores somos los responsables
de las deficiencias que tienen que soportar. Es lógico que les cueste
comprender que los únicos culpables son los mismos que ven en Canal Sur
inaugurando obras o publicitando logros científicos. Cuando Susana Díaz se
defiende de las críticas diciendo que el Sistema Sanitario Público de Andalucía
es la «joya de la corona», está enviando un mensaje envenenado contra los
profesionales.
La violencia
es difícilmente justificable, menos aún cuando se ejerce cobardemente contra un
trabajador. El nivel cultural tiene mucho que ver en todo esto. Sin los
resortes de una educación consistente, los pueblos son muy vulnerables a las
estrategias persuasivas de los poderes públicos.
Y al
final pagan los justos y no los pecadores. Este es el poder de la propaganda
política.
Totalmente de acuerdo. El estado de crispación es generalizado y no saben qué, cuándo, dónde, cómo y porqué han de dirigir sus frustraciones. Pero sí son vulnerables a influencias, que pretenden desviar la mirada hacia otros chivos, miradas que apuntan y lanzan los dardos o como en ese caso reseñado, el tensiómetro.
ResponderEliminarTenías razón, pero me sigue pareciendo triste.