Griñán y la carta de su hijo
HÉCTOR MUÑOZ.
MÁLAGA
José Antonio Griñán es culpable. No por los ERE ni por los delitos de prevaricación y malversación de los que está acusado; de éstos es inocente mientras que un tribunal no lo condene en firme. Ni para él ni para nadie debe olvidarse la presunción de inocencia, uno de los pilares del Estado de Derecho.
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José Antonio Griñán a la salida de los juzgados elconfidencial.com |
La carta que su hijo Manuel ha publicado a través de las redes sociales no conmueve, por
mucho que quiera presentar a su padre —lógico, por otro lado— como víctima de «las puñaladas de la ¿justicia?, de los medios y de
la asquerosa política». El expresidente de la Junta es, precisamente, uno de
los muchos culpables de esa asquerosa política, por sectaria y partidista, que
han llevado a cabo todos los gobiernos del PSOE durante los últimos 25 años en
Andalucía, incluido el de Susana Díaz, el que más.
Han
creado una estructura reticular de instituciones, como empresas públicas,
agencias, consejos, consorcios, observatorios, institutos y fundaciones, todas
al servicio —como primum movens— de
la autocomplacencia y de la propaganda política de un PSOE que no ha dejado de
navegar en una campaña electoral permanente durante todos estos años. Mucho más
atentos a las papeletas y a las urnas que a las necesidades reales de los
ciudadanos, han conducido a Andalucía a la desastrosa situación en la que se
halla. Griñán, y todos los demás, son los culpables.
Es
imposible controlar una red de tamaña envergadura sin colocar los peones
adecuados en los diferentes niveles de decisión. Si han tenido que despreciar y
relegar a grandes profesionales, técnicos, expertos o intelectuales de
prestigio que ofrecieran una mínima duda sobre su adhesión y obediencia a las
directrices marcadas, lo han hecho sin contemplaciones. Y un ejército de
lacayos con carné dirige hasta el último de los colegios, hospitales, empresas
y demás instituciones públicas de esta tierra abrasada por el corporativismo patológicamente
endogámico de Griñán y compañía.
Y
claro, en algún punto del entramado se cuelan sujetos que terminan metiendo la
mano donde no deben; clientes políticos de un mercado de favores que es mejor
no mirar, o hacerlo para otro lado, no vaya a ser que alguien se vea en la
molesta tesitura de tener que denunciar a un viejo compañero y dimitir del
cargo.
Dice
en su carta el hijo de Griñán, Manuel, que «muy pocos podrán decir que
han dado mayores pruebas de integridad»
que su padre; en su dolor olvida que en Andalucía hay muchas personas
intachables que no suelen verse por los juzgados. Explica con detalle los
coches familiares, todos ellos de gama baja, y se queja amargamente de que la
hipoteca de la vivienda venza cercana a la fecha de la jubilación de sus progenitores.
Pues que se alegre, que en esta Andalucía hay miseria y sintechos para dar y
exportar.
Cuenta también la enorme
sorpresa que experimentó el día que supo lo que ganaba su padre, en su opinión
una «escasa retribución para
tamaña responsabilidad». Según la web
de la Junta, el sueldo de un diputado es de 3.050 euros. Más 1.552 por ser presidente.
Por poner un ejemplo, y según la misma fuente, el sueldo base de un médico de urgencias en Andalucía es de 1.120 euros. No
parece que salvar una vida o tratar con enfermos graves desmerezca en
responsabilidad a la que tuvo José Antonio Griñán en su día, por muy presidente
que fuera. La diferencia retributiva puede llegar a ser hasta ofensiva.
La
rabia y la pena de Manuel Griñán son comprensibles. Que defienda a su padre
también. Pero es más aconsejable que confíe en la justicia a que espere conmover,
con su carta, a los que sufren las inclemencias de una nefasta gestión política
como la que llevó a cabo, entre otros muchos, su propio padre.
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